Desde que empezamos la aventura en Nikodemo siempre he tenido una idea clara en la cabeza: el tamaño de la compañía y la velocidad para alcanzarlo. Ser grande no es una obsesión. Ser importante, sí.

Alguien podré pensar que me he vuelto loco. Sólo imaginarme tener treinta creativos en lugar de diez, en fin… Hablando en serio. El tamaño de las pymes, muy abundantes en el entorno digital, nos limitan más de la cuenta. Muchas veces aunque sólo sea por las dificultades de un margen de maniobra financiero muy estrecho.

Pelear en estos tiempos no es fácil. Exploramos formatos, nuevos modelos de negocio y nos estamos convirtiendo en expertos de inspirar ilusión y esperanza, gestionando incertidumbre. Hacerlo con el depósito lleno es una cosa, alimentarse con lo que cazas cada mes cambia radicalmente.

Esto me preocupa especialmente porque nuestra cultura empresarial es más bien de pymes (más “pe” que “me”). De cada uno con su micro imperio. Somos un país de pymes, que está muy bien, pero que no es suficiente. Para competir hay que tener capacidad negociadora, potencia, habilidades diversas, capilaridad, fuertes alianzas, capacidad de innovar,..

El tamaño no elimina la incertidumbre, pero te permite contar recursos para aprovechar las oportunidades. No me refiero a mastodontes pesados e ineficientes. Hablo de empresas lo suficientemente ligeras y flexibles para moverse con agilidad, incluso para repensárselo casi todo cada tres meses.

Los críticos dicen que el tamaño despersonaliza la empresa, pierde el espíritu innovador porque dificulta la colaboración y la creatividad colectiva. Esa no puede ser una verdad absoluta.

Hay muchas empresas que se han hecho enormes encontrado formas de ser innovadoras y manteniéndolas en el tiempo. Un caso es W.L.Gore (conocida por su marca Goro-Tex). Tiene más de siete mil empleados, factura miles de millones de dólares y ostenta un número elevado de éxitos innovadores…durante los últimos cincuenta años.

Quizás no sea casualidad el hecho que en Gore “la gente no tiene jefes, sino patrocinadores y mentores que velan por sus intereses. No existen diagramas organizacionales ni presupuestos ni elaborados planes estratégicos”. Una cultura corporativa que la ha llevado a ser una de las cuatro compañías que aparecen en el ranking de las “100 mejores empresas donde trabajar” que la revista Fortune publica desde 1984.

Además de una cultura empresarial muy particular, la lección que hay que seguir es aquella que dice que “la discrepancia y la diversidad aportan creatividad e innovación”.

Cada empresa tiene su propia cultura corporativa. Cuando se establece colaboración entre ellas subyace un “nuestra manera de hacer las cosas”. Algo que cuesta definirlo, cuesta aún más gestionarlo y mucho más cambiarlo.

En nuestra andadura de Nikodemo.tv nos está tocando cruzar experiencias y compartir prácticas. Cuanto más buceo en estos intercambios, más apasionante me parece y más lejos preveo llegar con estos compañeros de viaje. Esto no es novedoso. Mucha gente ha reflexionado y escrito sobre ello.

Evan Rosen en su libro The Culture of Collaboration se dedicó a estudiar la cultura de la colaboración en las empresas de la famosa lista Fortune 500. Rosen considera que hay diez elementos culturales que están presentes habitualmente en los trabajos que se hacen en colaboración y que cito literalmente del artículo de Raúl Morales La colaboración maximiza el talento y el tiempo en la empresa” porque los haría propios con los ojos cerrados:

  • Confianza. Para intercambiar ideas y crear algo con los demás, es necesario desarrollar la confianza. Es un reto, sobre todo en culturas organizativas competitivas. En cualquier caso, dice el libro, los directivos y empleados han de superar sus miedos para generar esa confianza y colaborar más libremente.
  • Compartir. Acaparar información impide la libre circulación de las ideas y sabotea la colaboración. Compartiendo lo que sabemos estamos mejorando la creación colectiva por un orden de magnitud que hace que todo el mundo se sienta valioso.
  • Fines. Darse un tiempo para consensuar los fines al inicio de un proyecto de colaboración proporciona el ímpetu para compartir esa creación.
  • Innovación. El deseo de innovar acrecienta la colaboración. Y, en el sentido contrario, la colaboración aumenta la innovación, asegura Rosen en el libro.
  • Ambiente. El diseño de los espacios físicos y virtuales tiene un impacto directo en la innovación y la colaboración.
  • Caos colaborativo. Mientras que toda la gente requiere cierto orden, la colaboración efectiva necesita cierto grado de caos. Este «caos colaborativo» permite que surja lo inesperado, con lo que se obtiene retornos muy ricos.
  • Confrontación Constructiva. Las grandes colaboraciones necesitan un intercambio de puntos de vista, lo que algunas veces significa una confrontación o una expresión de ideas candorosa. Quienes colaboran tienen que confrontar sus ideas hasta limar sus diferencias y hacer que su creación sea mejor.
  • Comunicación. La colaboración está íntimamente ligada a la comunicación, tanto interpersonal como dentro de la organización.
  • Comunidad. Sin un sentido de la comunidad perdemos confianza y comodidad. Por eso, la comunidad debe estar presente para que se de una colaboración efectiva.
  • Valor. La primera razón por la que colaboramos es para crear valor, reduciendo el ciclo o el tiempo de desarrollo de un producto, creando un nuevo mercado, resolviendo un problema más rápidamente o aumentando las ventas.

Después de leerlo uno tiene claro porqué Nikodemo.tv acabará siendo un rotundo éxito. Quizás hayamos topado con la forma de aumentar el tamaño y ser “importantes”.

Cada vez lo tengo más claro, como leí hace unos días en la rambla tuitera, Hazte imprescindible por lo que compartes, no por lo que ocultas. Gran verdad.