Además, lo cierto es que aparte de mis quehaceres habituales, ando barruntando nuevas ideas, poniéndolas negro sobre blanco y eso exige el poco tiempo ocioso que me queda. Pero me he calentado y mi incontinencia blogger impide cumplir mi buen propósito.
Este verano está resultando un poco difícil de calibrar. Admito que hemos tenido un julio y agosto con una dinámica positiva, infinitamente mejor de lo esperado. Aunque me da que la causa de ese optimismo imprevisto, se inspira más en unas expectativas a la altura del betún, que en los famosos brotes verdes.
Pero mirando un poco más allá de mi ombligo, la cosa pinta fea. Con turbulencias y fuertes. No he consultado ningún oráculo pero en las últimas semanas he mantenido largas conversaciones con algunos emprendedores y sectores adyacentes. Confío en no amargar a nadie el verano, pero veo agotamiento. Cansancio. Hastío económico y mental. Veo desengaño, sueños rotos o empaquetándose, listos para guardar en el congelador.
Me duele ver emprendedores cabizbajos, cansados, desengañados, con problemas personales y sin un duro que invertir, ni suyo, ni prestado.
Sí, ofende ver que en el momento de la verdad y más allá del cartón piedra de los políticos, muchos emprendedores se quedarán sin vacaciones o con suerte los bancos se apiadarán de su situación mileurista y les “concederán” un par de meses más de gracia.
Pero ¿A quién le importa, verdad? Seguimos estando más solos que la una. Seguimos retroalimentándonos nosotros mismos, en una nada heroica endogamia. Quizás porque sospechamos que nadie nos espera. O porque sabemos que no hay nada más ahí fuera.
Excuso decir, que cuando la mayoría del país está pendiente de sus legítimas vacaciones, o de si fichan o no, a menganito o fulanito, te tildan de aguafiestas, pesimista y anti-patriota por preocuparse de que
España deje de crear 20.000 empresas en sólo seis meses.Aguantemos, que en septiembre, cuando los políticos, funcionarios y parafuncionarios regresen de sus preciadas vacaciones, todo se resolverá.
De momento, quizás tendríamos que ir preparando el botiquín del emprendedor. Ya sabes, un pack familiar de Dormidina (o similar), algún ansiolítico, algo para las úlceras de estómago, unas guías prácticas sobre abogados matrimonialistas, asesores fiscales variados y una guía exhaustiva con todas las oposiciones a funcionario… Lo sé. Seguro que nunca lo usarás, sólo es prevención.
Ah sí, y un extra accesible en verano: una pala de playa, de esas de plástico duro. Ideal para atizarse directamente a la cabeza, sin pudor, cuando se te ocurra una idea para volver a emprender.
Sin aún así insistes, deja la pala y emprende. Pero no salgas sin botiquín, estás avisad@
Felices vacaciones.