Cada vez es más habitual leer que tal o cual multinacional ha decidido instalar en Barcelona su hub tecnológico. Eso, en principio, es una muy buena noticia. Pero los que contratamos talento tecnológico (Foxize) sabemos que la realidad es más compleja.
Ha llovido mucho desde que alguna de las primeras multinacionales se ubicaron Barcelona para sacar provecho de menores costes de recursos y de mano de obra de producción. Como comenta Pere Condom (¿Por qué vienen a Barcelona Facebook, Microsoft, Moodle, Satellogic, Siemens o Nestlé?) esas primeras multinacionales mantenían la innovación y la tecnología en el país dónde la empresa tenía sus cuarteles centrales. En este tipo de estructura, el conocimiento y la innovación fluían en una única dirección: Desde los cuarteles centrales a las subsidiarias. Barcelona competía entonces mediante costes bajos de fabricación. A costa de unas externalidades negativas: sueldos insuficientes, menores prestaciones sociales, costes ambientales, menores requerimientos de seguridad en el trabajo, etc.
Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Como argumenta Pere Condom, hoy las multinacionales se globalizan por otros motivos. Hoy las grandes empresas globales establecen unidades en los principales hubs de investigación, innovación y emprendimiento. Que se instalen en Barcelona compañías que quieren sacar provecho de la acumulación de conocimiento y talento presentes, es buena noticia. Esto significa que tenemos universidades, centros de investigación, hospitales investigadores, escuelas de negocio, grandes infraestructuras científicas, centros tecnológicos, startups, talento, etc. que hacen de Barcelona una plaza interesante.
El problema es que la demanda de perfiles tecnológicos se dispara. Y aquí tenemos un problema estructural, compartido eso sí, por la totalidad del mundo occidental: hay falta de vocaciones tecnológicas (y científicas) y no hay suficiente oferta de perfiles para la enorme demanda que crece día a día.
Faltan vocaciones tecnológicas… especialmente femeninas
El problema de la falta de vocaciones tecnológicas tiene muchas explicaciones y viene de lejos. Para empezar, solo hay que mirar cual ha sido la tendencia de alumnos inscritos en Bachillerato tecnológico en la última década (Plan para impulsar vocaciones científicas y tecnológicas). Grupos cada vez menos numerosos, languideciendo y, en muchos casos, compartiendo grupo con bachillerato científico.
La siguiente etapa todavía invita menos al optimismo. Basta dar una vuelta por cualquiera de las facultades tecnológicas del país (Informática o cualquier Ingeniería) para darse cuenta de ello: el mundo de la tecnología es un mundo de hombres y la falta de visibilidad histórica de las mujeres, especialmente en el caso de la tecnología, ha creado una falta de referentes en el campo que ha alejado a las chicas del estudio de la tecnología. Por tanto, ya sea por factores socioculturales (los roles y estereotipos de género y la influencia social sobre la elección de estudios técnicos) y de factores psicosociales (actitudes, habilidades, interés, expectativas de éxito, etc.), el resultado final es una baja elección de los estudios técnicos. Pero, insisto, esa no es la causa, es la consecuencia. La causa principal primigenia habría que buscarla en algo más simple y a la vez más complejo de solucionar: el pensamiento dominante masculino.
Soluciones de urgencia
Aún recuerdo una conversación que mantuve hace cuatro años con la responsable de recruiting de una de las empresas de servicios tecnológicos más importante. Me comentaba que, solo la oficina de Barcelona, tenía abiertas una docena de posiciones de forma permanente y que habían agotado la vía de reciclar talento de otras disciplinas como matemáticos o biólogos. En ese momento, ya empezaban a importar talento de… Polonia.
El déficit estructural de talento tecnológico no ha mejorado. Según el informe EPYCE 2017, en 2017, la profesión más demandada por las empresas en España fue la de Ingeniero Informático, con un 5,85% de la demanda. Desconozco el éxito o no de importar talento de Polonia, pero ante este panorama, lo que sí ha surgido con fuerza es la proliferación de las ‘academias de programación’ como otra de las soluciones de “urgencia”.
Estos cursos intensivos o bootcamps de programación son muy numerosos. Hay de todo tipo y pelaje. Algunos con requisitos de conocimientos previos, otros si más filtro que tener alta motivación, ganas de aprender y progresar. Todos, eso sí, exigiendo unas mínimas capacidades en inteligencia matemática.
Sus propuestas buscan conseguir la máxima empleabilidad tecnológica después de 800 horas de dedicación intensiva. Parten de un currículum práctico, mayoritariamente en las antípodas de que harían en la Universidad, reproduciendo situaciones similares al mundo real. Buscan un elevado compromiso de ambas partes. Hasta el punto que algunas de estas academias, ofrecen compartir el riesgo contigo, ofreciendo la posibilidad de pagar el 50% al inicio y el resto cuando encuentres trabajo. Evidentemente, la misma financiación de estos programas vienen de la mano de los propios futuros empleadores.
Gestionar la escasez, competir por el talento
Así las cosas, las empresas empleadoras importantes (o con mucho dinero) recurren a acuerdos económicos con estos bootcamps cuando buscan perfiles poco experimentados. Cuando la exigencia es más elevada, toca ficharlos directamente de la competencia.
El problema no es que la especie más buscada sea “el Ingeniero Informático”, sino que Barcelona es la ciudad con sueldos más altos para profesionales tecnológicos (de acuerdo con el informe ‘Experis IT: Tech Cities’)
Por supuesto, cada vez que una multinacional decide instalarse en Barcelona, accede a un clúster tecnológico de alto valor y mucho interés para ellos. Además, seguro que a esa multinacional le saldrá bastante más barato que contratarlo en Berlín, Zúrich, París o Ámsterdam. Y esa es la cara B de ser un hub tecnológico. Tenemos un nuevo competidor por el talento y, viendo la evolución de los sueldos tecnológicos, cada vez será más complejo especialmente para las empresas locales