(Artículo publicado en la sección ‘Tema del Día’ de ElPeriódico el 17/10/2015)
La presentación del iOS9 hace unas semanas dio mucho que hablar, no tanto por incorporar grandes innovaciones, sino por la posibilidad de instalar un bloqueador de publicidad. Una iniciativa que añade más preocupación a una industria publicitaria digital ya preocupada por el importante incremento del uso de estos bloqueadores.
A nadie le sorprende que las aplicaciones que bloquean la publicidad, estén entre las más descargadas. Es fruto del abuso publicitario sistemático de páginas y servicios online. En el entorno del ordenador ya son molestas, pero en su formato móvil convierten la experiencia de uso en una auténtica tortura. Ralentizan la navegación e incrementan el tiempo y el consumo de megas de tu tarifa de datos. No es molestia, es enfado.
A priori, los bloqueadores de publicidad mejoran la experiencia de uso. Aunque no acaban con el acoso publicitario digital y los efectos secundarios son impredecibles. Está por ver quién gana y quién pierde, ahora y en el futuro.
Problemas inmediatos para soportes o medios. Los ad-blockers no discriminan y bloquean todos los anuncios, sean intrusivos o no. Esto supone empezar a laminar la principal fuente de ingresos de los soportes digitales. Unos negocios que malviven de la explotación publicitaria. Efectivamente, los soportes de contenidos digitales, que disfrutas a diario, pueden tener los días contados. Los contenidos de pago en Internet que sobreviven, son escasos y suponen una ínfima parte del consumo digital.
Entonces ¿Quién sale ganando con los ad-blockers? Un par de pistas.
Los ad-blockers no viven del aire. Su modelo de negocio se alimenta vendiendo su capacidad de bloqueo a usuarios y también de su capacidad de no bloqueo, al mejor postor. Es decir, si eres un anunciante, pasas por caja, entras en su lista blanca de soportes y formatos, y su tecnología hace seas inmune al bloqueo publicitario.
Hay más. Está el entorno Apple. Su bloqueador sólo funciona en Safari (, no en otras aplicaciones. Al mismo tiempo que salen adblockers para iOS, Apple promociona servicios en su App Store cuya publicidad no se puede bloquear. Nada es casual.
¿Y qué hay de los grandes gigantes digitales como Facebook, Twitter o el omnipresente Google? Con crecimiento de internet vía dispositivos móviles, el acceso a sus servicios se realiza a través de aplicaciones propietarias. Evidentemente, los adblockers no funcionan en estas aplicaciones, por lo que su modelo de explotación publicitario no solo está fuera de peligro, sino que está en pleno auge.
En el paraíso de internet, cuando algo sale gratis, significa que el producto eres tú. Porque consumes publicidad y/o porque tus datos son explotados. Por tanto, lo gratis sale caro en términos de privacidad y monitorización excesiva.
La paradoja de los ad-blockers es que tenían que ser beneficiosos para el usuario, pero en realidad lo acabarán perjudicando. Menos pluralidad de contenidos y servicios al eliminar la fuente de ingresos publicitaria de muchos medios y soportes. Y por supuesto, más poder para los grandes monopolios digitales que concentran la mayoría de los usuarios. Como dice Jaron Lanier, uno de los pensadores más influyentes sobre el mundo digital: «Se olvida con mucha facilidad que ‘gratis’ significa inevitablemente que otra persona decidirá cómo vivimos«.
Quizás por eso, prefiero evitar la publicidad pagando directamente por los servicios y contenidos que consumo.