Me gusta ser optimista, pero molesta el discurso oficial de que la “crisis ha terminado” (está claro que sólo para una minoría). Mientras que la anunciada refundación del sistema no ha llegado y comprobar que el sistema sigue exactamente igual (Subprime mortgages making a comeback).
Estoy leyendo el artículo ‘Sis propostes per reformar el capitalisme’ (Seis propuestas para reformar el capitalismo) y sugieren unas medidas interesantes:
- Reducir las desigualdades
- Hacer la economía sostenible aunque se consuma menos. Una premisa que conecta mucho con el consumo colaborativo
- Reducir la medida de los bancos: para evitar que las entidades financieras sean demasiado grandes para caer. Justamente lo contrario al proceso de concentración que estamos viviendo.
- Garantizar un trato igualitario en las finanzas
- Incrementar la competencia: las élites siguen ganando poder e influencia, todo vale para conservar sus intereses
- Suprimir los paraísos fiscales
En el mismo día, mientras unos hablan de ‘reformar el capitalismo’ o entrevistan a Christian Felber (líder de la Economía del Bien Común), otro medio de Barcelona habla de las bondades del ‘fracking’ o la ‘fiesta de los cuatro Papas con la canonización de Juan XXII y Juan Pablo II’. Un contraste de vértigo.
Hace tiempo leí un artículo de Vicente Verdú (“La crisis nos puede salvar”) en el mostraba su optimismo y esperanza en una generación que estaba/está por la labor de hacer las cosas de una manera diferente. Cuatro años después, los de siempre siguen ahí, las resistencias al cambio son muy poderosas y lo nuevo no acaba nacer.
En mi entorno, constato que hay una minoría activa (insurgentes o potenciales insurgentes) que quieren y necesitan hacer las cosas de una manera distinta. Luchan -con más o menos intensidad y convicción- por cambiar el statuo quo. Luchan contra la pasividad de los hámsters y la obstaculización de los ‘resistentes’ (‘Guerra por el trabajo: insurgentes, resistentes, hámsters y zombis’).
No tengo la receta mágica para acelerar el cambio o simplemente para empujar en esa dirección. Lo que sí creo es que hay una serie de habilidades que convierten a alguien en insurgente o en un potencial para serlo. Ahí va mi lista muchas de ellas inspiradas en Eric Raymond (Cómo convertirse en un hacker):
- Digitalízate, aún a riesgo que te etiqueten de friki. Ser digital no garantiza nada, pero un insurgente no puede no ser digital
- Talento. Intensifícalo, invierte en él de forma permanente. Invertir en desarrollarlo ‘de verdad’ no en comprar títulos.
- Curiosidad y pasión. Busca y encuentra algún reto que te apasione. Haz que tu pensamiento gire alrededor a cómo solucionarlo. “El mundo está lleno de problemas fascinantes que esperan ser resueltos”
- Apoyar lo abierto. Especialmente el conocimiento (“Ningún problema tendría que resolverse dos veces”)
- No poseer. Ser lo suficientemente inteligente como para no poseer (“el nuevo símbolo de estatus no es lo que posees, es lo que eres lo suficientemente inteligente como para no poseer”)
- Libertad. Proteger tu autonomía personal y desarrollar un criterio propio para evaluar lo que lees, escuchas y ves. Cuestionar –permanentemente- el statu quo
- Recicla y personaliza: aprende a tunear. Ni gregarismo tecnológico, ni obsolescencia funcional. Apostamos por construir nuestra solución y evolucionarlo nosotros mismos (‘Google pone fecha a su rompedor Proyecto Ara: enero de 2015’)
- Aprender a programar
- Equilibrio. Simultanear un mínimo de tres roles. Escoge: autónomo, empresario, empleado, cliente, docente, inversor, mentor, partner, advisor, tutor, …
- Proximidad: para consumir, comprar o producir
- Ser culpable. Qué industria o sector puedes transformar, acelerar, optimizar? (‘Escoge ¿Eres víctima o culpable?’)