Al final esto va a parecer un blog futbolero, lo siento. Hoy no puedo reprimir mi indignación ante el gesto del camerunés Samuel Eto’o y el portugués Anderson de Souza, ‘Deco’. Ambos son dos extraordinarios jugadores de fútbol, pero ayer demostraron ser unos malos profesionales y peores personas.
Los todavía jugadores del Barça, en su partido contra el Valencia, vieron (¿provocaron?) una tarjeta amarilla que les impedirá jugar el próximo miércoles ante el Real Madrid. Oh, casualidad! habrían tenido que hacerles el pasillo a los recientes ganadores de la Liga Española… Ahora se ahorrarán pasar el episodio de vergüenza, junto al resto de sus compañeros.
Para acabar de empeorarlo, luego mintieron cuando los periodistas les preguntaron. Aducían que no sabían que estaban apercibidos y a una tarjeta amarilla del partido de suspensión…Esta vez su colega –y de vez en cuando entrenador- el holandés Frank Rijkaard, no acertó con la coartada, metiendo la pata hasta el fondo. Sí que lo sabían, él mismo los había avisado personalmente…
Mi hijo estaba indignado, con razón. Yo, que cada vez soy menos futbolero y menos culé, también. Vergüenza ajena.
Me pregunto qué pasaría si un club de fútbol, en lugar de ser una feria de vanidades, fuera -y funcionara- como una empresa normal.
Hace muchos años, y antes de una presentación delicada, me ocurrió un episodio similar. Un compañero muy presionado se “borró de una reunión”, haciendo llamar a su esposa, para decirme que estaba muy indispuesto. Tuve que ir sólo a la presentación.
Nunca más me fié de ese “compañero”. Jamás volvimos a hablar de ese episodio. Afortunadamente con el tiempo, lo acabé perdiendo de vista…