Leo la noticia que El Gobierno limita el ‘crowdfunding’. Concretamente que “El Ministerio de Economía va a aprovechar la nueva Ley de Fomento de la Financiación Empresarial para regular definitivamente en España el llamado crowdfunding que empieza a tomar carta de naturaleza como sistema de intermediación financiera a través de internet.” Es cierto que faltaba una cierta regulación en el equity crowdfunding, pero en el intento de ‘tratar de poner orden’ se ve más interés de disuadir que de promocionar. Y especialmente favorecer los intereses de los de siempre.
Algunos apuestan por innovación y otros –muchos- por la regulación. Los operadores tradicionales ven el ‘compartir’ como una amenaza a sus modelos de negocio actuales.
Tal como me comentaba Albert Cañigueral (Bienvenidos a la economía colaborativa), en algunos sectores tradicionales se ha superado la ‘fase avestruz’, aquella en la que se esconde la cabeza confiando que sea una moda pasajera. Viendo el crecimiento y el impacto económico de la economía colaborativa, han iniciado la ‘fase denuncia y persecución’.
Al establishment económico no le sienta bien perder baza, de ahí la obsesión por regular, por controlar, por prohibir cualquier iniciativa e innovación que amenace su modelo de negocio. Ahora toca “poner orden” y regular el equity crowdfunding.
El desfile de sectores que pasan de la fase avestruz a la fase denuncia, crece. El lobby energético también movió ficha no hace mucho. Consiguió bloquear el autoconsumo energético de un plumazo. Una regulación a la medida de las eléctricas, sin rubor alguno. El autoconsumo energético tienen multas tanto o más elevadas que las impuestas a las centrales nucleares (España impone las mismas multas al autoconsumo que a las fugas radiactivas muy graves). ¿El resultado? bloquear y casi arrasar el floreciente mercado del autoconsumo energético, y sobre todo, ganar tiempo hasta que a las energéticas tradicionales construyan su alternativa para competir en una economía colaborativa. Porque llegar, llegará.
Afortunadamente no en todo el mundo se persigue igual. Ahora que empieza a ser público que no se trata de una moda neo-hippy, sino de una aportación real al mercado con impacto económico (Airbnb reivindica su aportación a la economía de sus principales mercados) las reacciones son diversas, en función de la Santa Inquisición económica. Mientras que Ámsterdam da el “sí quiero” al alquiler vacacional, Madrid prepara la batalla contra Airbnb. #MarcaEspaña diríamos.
El tufillo rancio con sabor a monopolio no se quita tan fácilmente. Que el Presidente de Telefónica agite la bandera de la regulación asimétrica para cargar contra los éxitos de Facebook, Google o whatsapp, es ironía fina. Argumentan las inversiones que soportan y los empleos que generan (o generaban). Convendría recordar que justamente la razón por la que estamos conectados es para gozar unos servicios que los exmonopolios han sido incapaces de crear. Quizás sea el momento de plantearse muy seriamente opciones más razonables y colaborativas, como Suop primer operador móvil gestionado por usuarios (El operador móvil Suop busca agitadores telefónicos) o SomConnexió, una forma cooperativa de tener Internet y telefonía.