Hace tiempo que le daba vueltas al boom ecológico y al auge de la cleantech industry. No tanto como algo de moda sino como una necesidad vital de todos los que habitamos este planeta, se mire como se mire. Hoy, o cualquier día, me parece un buen día para empezar a escribir sobre ello.
No lo hago desde una posición ecológico-fundamentalista, ni desde el activismo o pertenencia a ninguna ONG ecologista. Simplemente creo que por muchos motivos y razones, ya va siendo hora que nos tomemos (muy)en serio que esto es insostenible. Todos, sin excepción alguna. No podemos mantenernos al margen.
De hecho, a menudo me pregunto qué sucedería si una parte de los intensos esfuerzos y recursos (económicos y humanos) dedicados a encontrar el santo grial tecnológico en general e Internet en particular, los dedicáramos a proyectos ecoinnovadores.
No me refiero a proyectos ecoeficientes (mejora de su desempeño ambiental) si no a proyectos ecoinnovadores. Es decir, aquellos que introducen mejoras ambientales disruptivas (radicales) en los productos o las tecnologías… No pienso en la ecoinnovación como algo filantrópico, sino como una fuente de competitividad de la empresa, pragmatismo en términos de número y valor de clientes, ingresos, márgenes,…
Los expertos dejan claro que sólo recogen beneficios aquellas empresas que adoptan una actitud proactiva (versus a la reactiva frente a la regulación) o sea que no me refiero a la responsabilidad corporativa, tampoco al blanqueo ecológico de las empresas. Me refiero a incorporar la ecoinnovación al ADN de la compañía, a su propia misión, al posicionamiento estratégico. Esto supone un “todo” en la empresa: su marketing (diseño de producto incluido), los proveedores, las tecnologías empleadas, la producción, etc.
Tengo al esperanza que la cultura empresarial hegemónica (para quiénes la presión medioambiental era un obstáculo a esquivar) será sustituida por una nueva generación de emprendedores y empresarios. Muchos de ellos nativos de Internet, que con la web 2.0 y su disposición de recursos, interacción entre usuarios y conformación de redes sociales (crowdsourcing, open source..) no ven la ecoinnovación bajo la óptica de la presión regulatoria o lo políticamente correcto, sino como una industria ética, socialmente responsable, técnicamente avanzada y llena de oportunidades de negocio y de futuro.
Es un desafío que –probablemente- ya está desatando una nueva fiebre del oro (Betting on a Green Future), pero que es bastante más complejo de lo que parece (Investors find green technology is not an easy win).
Quizás sea el gran desafío que muchos miembros de la generación fría andan (andamos) buscando. Esta sí que es una buena razón, ya que ecoinnovando todos salimos ganando.