Cuando soy testigo de alguna de aquellas afirmaciones del tipo “en este negocio está todo inventado” o “la competencia va más barata que nosotros” como excusas por los resultados, me viene automáticamente a la cabeza un pensamiento –quizás algo killer- de ¿qué quieres ser? ¿Víctima o culpable?”
Transformar o acelerar el cambio en una categoría, remitiéndose a casos de alta tecnología, altísimas inversiones o referencias lejanas, es darles excusas. No ayudan a tomar consciencia de las oportunidades que suceden cerca de nosotros.
A mi alrededor tengo dos ejemplos de los que puedo hablar con conocimiento de causa. Son los casos de Turris y Casa Ametller, dos ejemplos de sectores maduros de los que soy cliente antes de “ser consciente” que eran casos de éxito. Dos excelentes casos de marketing de los que probablemente nunca se hablará en las publicaciones especializadas ni en las escuelas de negocios.
Turris, con Xavier Barriga, maestro panadero de tercera generación (que no 3G). Que en su día decidió cerrar las puertas de una panadería y darse una vuelta por Europa para oxigenarse. ¿El resultado? Reinterpretar un producto maduro como el pan (ya se consumía en la prehistoria) con más de 25 variedades, convirtiéndose en una panadería gourmet en la que su producto enamora, ni es insípido ni pierde sus cualidades a las pocas horas de haberlo comprado. Su obsesión es hacer “buen pan”. Por cierto, su baguette cuesta exactamente lo mismo que ese producto realizado a partir de masa congelada que encuentras en muchas panaderías, súpers o… gasolineras.
Casa Ametller y su apuesta “sin intermediarios” ha conseguido algo insólito: hacerse fuerte en una categoría de retail de productos frescos (fruta, verdura, carne, lácteos). Garantizando la calidad del producto, del campo a la mesa en 24 horas y algo esencial: manteniendo la relación directa con los consumidores. No es ni una cuestión teórica, que muchos directivos solo practican en los másters, ni una cuestión emocional.
Quieren garantizar que el consumidor consuma más sano, a un precio asequible y con productos de los que pueden responsabilizarse de su calidad. Disponen de campos propios, alquilados o campos externos de payeses que elaborar productos según criterios de producción de Casa Ametller. El resultado de esta integración vertical, es una oferta de 300 referencias, de calidad y precio muy competitivo y un trato agradable. Incluyendo el servicio (opcional) de entrega a casa que funciona como un reloj y es más barato que el de la distribución moderna. Ah y no se trata de un tendero de barrio. Tiene 56 establecimientos propios, factura 40 millones y emplea a 500 personas.
Hay aspectos en común en los casos Turris o Casa Ametller: pasión por el oficio y respeto por la profesión, romper con determinados pensamientos dominantes, trasladar un beneficio claro al consumidor… y por encima de todo, el deseo real de transformar una categoría.
Más ejemplos para dejar de excusarse en la incapacidad del Gobierno, en los abusos de los Bancos o la Sra.Merkel. El problema sigue siendo de directivos lentos de reflejos, mediocres e incapaces. De pensar más en el cliente, de no querer más su oficio e incapaces de superar las fórmulas gastadas porque temen probar cosas nuevas. Tranquilos, les darán igualmente la patada en el culo, muy probablemente por no atreverse a repensar –de verdad- lo que siempre han hecho.