En su provocativo libro Palo Alto: A History of California, Capitalism, and the World, el escritor Malcolm Harris ofrece una visión crítica y exhaustiva de la historia de Silicon Valley, desde sus orígenes en el siglo XIX hasta su posición actual como epicentro de la innovación tecnológica global.
A través de un análisis meticuloso de 150 años de historia, Harris argumenta que el éxito económico de la región se ha construido sobre una base de colonialismo, racismo y explotación, y que estos patrones persisten hasta el día de hoy bajo nuevas formas en la industria tecnológica.
El libro generó un intenso debate por sus tesis controvertidas y su llamado a acciones radicales para abordar las desigualdades sistémicas perpetuadas por el modelo de Silicon Valley.
El «sistema de Palo Alto»: Una historia de disrupción y destrucción
Malcolm Harris argumenta en su libro que la historia de Silicon Valley, desde los ferrocarriles en el siglo XIX hasta la tecnología actual, es una historia de disrupción y destrucción que ha llevado al mundo a un «desastroso» siglo XXI. Según Harris, Palo Alto, una ciudad suburbana aparentemente agradable, se convirtió en un poderoso motor para el crecimiento económico y la guerra a través de un proceso que él denomina el «Sistema de Palo Alto».
Este sistema combina racismo, tecnología y capitalismo de una manera continua y consistente a lo largo del tiempo. Por ejemplo, la explotación de trabajadores chinos en los ferrocarriles y de trabajadores mexicanos en los huertos en el siglo XIX es vista por Harris como un antecedente directo de la explotación actual de trabajadores en las fábricas de Apple en China.
De la misma forma, la apropiación de tierras alrededor de los ferrocarriles por parte del gobierno estadounidense para beneficiar a barones como Leland Stanford es análoga, según Harris, a la apropiación que hizo Bill Gates del código de los primeros programadores a través de los derechos de autor.
Así, para Harris, los problemas de competencia, dominación, explotación, exclusión, gobierno de minorías y odio de clase no son cuestiones que la tecnología capitalista vaya a resolver, sino que son parte integral del propio sistema que Silicon Valley ha exportado al mundo.
La evolución del Norte de California: 150 Años de ideología, tecnología y política
Según Harris, el norte de California evolucionó de una manera particular durante 150 años de colonialismo anglosajón debido a una combinación de factores ideológicos, tecnológicos y políticos que se diseñaron y aplicaron en la región. Harris rastrea cómo desde finales del siglo XIX, la élite de California impuso su «mirada tecno-científica maximizadora» sobre la tierra, buscando extraer de ella la mayor riqueza posible a través de la mecanización frenética y la explotación laboral en todas las industrias. Esto generó un conflicto de clases condicionado por la escasez crónica de mano de obra.
Al mismo tiempo, se dio un proceso de «formación racial blanca» en el que líderes como David Starr Jordan, primer presidente de la Universidad de Stanford, buscaron producir una clase tecnocrática blanca que administrara una economía ordenada por las tecnologías que inventaron. Jordan y sus colegas promovieron la «bionomía», una visión racialista de la especie humana que, según Harris, «sustenta el espíritu de Palo Alto hasta el día de hoy».
Estas ideologías se plasmaron en tecnologías y políticas concretas, desde las pruebas de coeficiente intelectual desarrolladas por psicólogos de Stanford como Lewis Terman a principios del siglo XX, hasta la teoría de las «ventanas rotas» sobre el mantenimiento del orden público. Así, para Harris, el auge tecnológico de Silicon Valley en las últimas décadas no es más que la culminación de estos patrones históricos de racismo, tecnología y capitalismo que han moldeado la región durante siglo y medio.
La sombra oscura de Palo Alto: Napalm, internamiento y eugenesia
Malcolm Harris argumenta que Palo Alto tiene una conexión profunda y perturbadora con algunos de los episodios más oscuros de la historia estadounidense. Según el autor, la aparentemente idílica ciudad suburbana jugó un papel crucial en el desarrollo de tecnologías bélicas como el napalm, utilizado devastadoramente en Vietnam.
Harris señala que muchas de las primeras empresas tecnológicas de Silicon Valley surgieron «en el espacio entre lo militar y lo académico», aprovechando los contratos del Departamento de Defensa y la investigación universitaria para crear innovaciones con aplicaciones tanto civiles como militares. En cuanto al internamiento de japoneses-estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, Harris destaca cómo las instituciones de Palo Alto, especialmente Stanford, no solo no se opusieron a esta flagrante violación de derechos civiles, sino que en algunos casos la facilitaron o se beneficiaron de ella. Quizás lo más inquietante sea la conexión de Palo Alto con la eugenesia, una pseudociencia racista que buscaba «mejorar» la raza humana.
Harris argumenta que figuras prominentes de Stanford, como su primer presidente David Starr Jordan, fueron defensores entusiastas de las teorías eugenésicas, las cuales influyeron en políticas discriminatorias y en la visión elitista que, según el autor, «sustenta el espíritu de Palo Alto hasta el día de hoy».
Estas conexiones, sostiene Harris, no son meras coincidencias históricas, sino que reflejan un patrón consistente en el que la innovación tecnológica y el progreso económico de Palo Alto han estado frecuentemente ligados a la opresión, la violencia y las ideologías racistas, un legado que continúa influyendo en la cultura y las prácticas de Silicon Valley en la actualidad.
Desmitificando la economía de Silicon Valley: Una herencia de colonialismo y desigualdad
Harris propone desmitificar la economía de Silicon Valley y desenterrar su larga herencia de colonialismo. Según el autor, la desigualdad producida por los innovadores de la región no es un error o un efecto secundario indeseado, sino una característica intrínseca del sistema que han creado.
Harris argumenta que el modelo económico de Silicon Valley tiene sus raíces en los patrones de colonialismo anglosajón que se establecieron en California hace 150 años. Desde la explotación de trabajadores chinos en la construcción de ferrocarriles hasta la apropiación de tierras de pueblos indígenas, pasando por la segregación de poblaciones negras y latinas en guetos como East Palo Alto, Harris traza una línea de continuidad entre estas prácticas y la actual explotación de mano de obra inmigrante y offshore por parte de la industria tecnológica.
Asimismo, el autor destaca cómo los primeros líderes de Stanford, como Leland Stanford y David Starr Jordan, promovieron ideologías racistas como la «bionomía» para justificar un sistema de desigualdad y dominación de una élite tecnocrática blanca.
En última instancia, Harris desmitifica la noción de que el éxito de Silicon Valley se debe puramente al talento y la innovación, y revela cómo se asienta sobre una larga historia de colonialismo, racismo y explotación que sigue vigente bajo nuevas formas en la economía tecnológica actual.
Segregación y explotación: El legado persistente de Silicon Valley
Harris argumenta que ciertos patrones de segregación racial y explotación laboral, establecidos en el siglo XX, continúan manifestándose en Silicon Valley hasta el presente. Uno de los ejemplos más notorios es la guetización de poblaciones negras y marrones en East Palo Alto, un proceso que comenzó a mediados del siglo XX como resultado de prácticas discriminatorias en la vivienda. Harris señala que en 1990, el 43% de los residentes de East Palo Alto eran afroamericanos, reflejando décadas de segregación racial.
Aunque la demografía ha cambiado desde entonces, con un aumento significativo de la población latina, la separación geográfica y económica persiste. Esta segregación no es accidental, sino el resultado de políticas deliberadas que buscaban mantener a las comunidades de color separadas de las áreas más prósperas de Silicon Valley.
Paralelamente, Harris traza una línea de continuidad entre la explotación histórica de trabajadores inmigrantes y las prácticas laborales actuales de la industria tecnológica. Desde la explotación de trabajadores chinos en la construcción de ferrocarriles en el siglo XIX, hasta el uso sistemático de mano de obra inmigrante y offshore en la fabricación de componentes electrónicos en el siglo XXI, Harris argumenta que la industria tecnológica ha dependido consistentemente de trabajo mal pagado y precario.
Por ejemplo, en los años 90, se estima que un tercio de la población inmigrante indochina en la región estaba empleada en el ensamblaje de placas de circuitos impresos. Más recientemente, la industria ha trasladado gran parte de su producción a países como China, donde puede explotar mano de obra aún más barata.
Harris sostiene que estos patrones no son anomalías, sino características intrínsecas del modelo económico de Silicon Valley, que continúa reproduciendo desigualdades tanto a nivel local como global.
La sombra de la «Bionomía»: El legado racista que persiste en Silicon Valley
El autor argumenta que la «bionomía», una visión racialista de la especie humana promovida por líderes de Stanford a principios del siglo XX, «sustenta el espíritu de Palo Alto hasta el día de hoy». Esta ideología, desarrollada por figuras como David Starr Jordan, el primer presidente de Stanford, buscaba producir una clase tecnocrática blanca para administrar una economía ordenada por las tecnologías que inventaron. La bionomía se basaba en la idea de que las características raciales y la inteligencia eran heredables y determinantes del valor de una persona para la sociedad.
En la práctica, esto se tradujo en políticas y prácticas eugenésicas que buscaban «mejorar» la población a través de la selección y reproducción de individuos considerados superiores. Harris argumenta que esta visión racista no se quedó en el pasado, sino que influyó profundamente en la cultura y las prácticas de Silicon Valley.
Por ejemplo, el autor señala cómo las pruebas de coeficiente intelectual desarrolladas por psicólogos de Stanford como Lewis Terman, que estaban imbuidas de prejuicios raciales, se utilizaron para identificar y promover a niños «superdotados», creando así una élite tecnocrática predominantemente blanca. Esta mentalidad de «meritocracia» basada en criterios sesgados ha persistido en la industria tecnológica, contribuyendo a la falta de diversidad y a la perpetuación de desigualdades raciales y económicas en Silicon Valley.
Así, Harris sostiene que el éxito económico de Palo Alto y su área circundante no puede separarse de esta historia de discriminación sistemática y privilegio racial, que continúa moldeando quién tiene acceso a las oportunidades y el poder en la economía tecnológica actual.
Una propuesta radical para Silicon Valley: Desinversión, restitución y redistribución del poder
Harris propone un programa radical de desinversión y restitución como una forma de empezar a cambiar el rumbo del modelo de Silicon Valley. Esta propuesta, que el autor reconoce como «audaz» y «breathtaking» (impresionante) en su audacia, se centra en la idea de que la Universidad de Stanford debe renunciar a su «vasta riqueza acumulada».
Harris argumenta que esta riqueza se ha construido sobre una base histórica de explotación, colonialismo y prácticas discriminatorias, y que su restitución es necesaria para comenzar a abordar las desigualdades sistémicas que el modelo de Silicon Valley ha perpetuado y exacerbado. La propuesta de Harris no se limita solo a Stanford, sino que implica una reevaluación completa de cómo se distribuye la riqueza y el poder en Silicon Valley.
El autor sugiere que este proceso de desinversión y restitución debería incluir no solo a las instituciones académicas, sino también a las grandes empresas tecnológicas y a los individuos que se han beneficiado desproporcionadamente del sistema actual.
Harris ve esta propuesta como un paso necesario para desmantelar las estructuras de poder existentes y crear un modelo económico y social más equitativo. Aunque reconoce que su propuesta es radical y probablemente enfrentará una fuerte resistencia, Harris argumenta que solo a través de acciones drásticas se puede esperar un cambio significativo en un sistema que ha demostrado ser resistente a reformas más moderadas.
En resumen, la propuesta de Harris busca no solo redistribuir la riqueza, sino también reconfigurar las relaciones de poder y las prioridades que han definido a Silicon Valley durante décadas.