El otro día mantenía una larga conversación con un veterano empresario de los medios de comunicación. Debatíamos animadamente sobre los nuevos modelos de negocio. Sobre la transformación de las empresas, de cómo evolucionan, de cómo lideran mercados y cómo empiezan a perderlo sin que se aprecie capacidad de reacción (caso Nokia). O de cómo grandes sectores industriales desaparecen, sin que surjan alternativas nuevas que asuman el relevo.
Un ejemplo bastante contrastado fue el de la industria textil. Un modelo fabril autóctono, que empezó a entrar en crisis ya hace unos cuantos decenios, languideciendo durante muchos años en una larga travesía en el desierto, sin que surgieran automáticamente los Inditex, Mango, Desigual, etc. Fenómenos posteriores, cuyo recorrido es lejano, pero que no se constituyeron en alternativa hasta muchos años después.
Esa sería la gran conclusión para detectar los nuevos modelos de negocio. No sustituyen necesariamente a sus “antecesores”. Puede que durante años estén ahí, fuera de los radares de los ‘busca modelos de negocio de moda’. Por tanto, para enterrar a una empresa (o industria) hegemónica, no hay que ir necesariamente ni a un funeral, ni a un bautizo, quizás con suerte te inviten a la ‘puesta de largo’.