La tesis principal del libro Frente al poder de Martin Baron es la exploración de la relación entre el periodismo, la política y la tecnología, y cómo estos elementos interactúan y se enfrentan en el contexto contemporáneo. Baron, quien fue director de ‘The Washington Post’ durante la presidencia de Donald Trump, utiliza su experiencia para analizar cómo la polarización y la desinformación se han convertido en modelos de negocio en los medios de comunicación, y cómo estos factores han afectado la credibilidad y el papel del periodismo en la sociedad moderna (ver Las 3P de Naím: populismo, polarización y posverdad).
El libro también aborda la influencia de figuras poderosas como Donald Trump y Jeff Bezos en el ámbito mediático, y cómo el ‘Washington Post’ ha navegado estos desafíos para mantener su misión de fiscalizar al poder y rendir cuentas a la sociedad. Baron reflexiona sobre la evolución del periodismo en la era digital, la resistencia al cambio dentro de las redacciones, y la importancia de adaptarse a nuevas tecnologías como la inteligencia artificial generativa.
Conflicto entre política y prensa
Baron profundiza en el conflicto entre política y prensa, destacando la intensa presión que enfrentó el durante la presidencia de Donald Trump.
Trump atacó repetidamente al Washington Post y a otros medios de comunicación, calificándolos de «enemigos del pueblo» y «noticias falsas» (fake news). Estos ataques no solo buscaban desacreditar a los medios, sino también socavar la confianza del público en el periodismo como institución. Trump utilizó un lenguaje incendiario que evocaba a figuras históricas como Stalin y Hitler, quienes también emplearon términos similares para deslegitimar a sus críticos y consolidar su poder.
Los ataques verbales de Trump tuvieron repercusiones tangibles en la seguridad de los periodistas. En sus mítines, los reporteros fueron abucheados y hostigados, y algunos recibieron amenazas creíbles. La retórica de Trump creó un clima de hostilidad que aumentó el riesgo de violencia contra los periodistas, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, donde líderes autocráticos se sintieron validados para restringir la libertad de prensa.
Baron argumenta que los ataques de Trump fueron estratégicos, diseñados para socavar la credibilidad de los medios y crear dudas sobre la veracidad de los informes críticos hacia su administración. Esta estrategia incluyó no solo ataques verbales, sino también acciones como la amenaza de retirar credenciales de prensa y la promoción de cambios en las leyes de difamación para castigar a los medios.
El libro subraya que los ataques de Trump a la prensa no solo afectaron a los periodistas, sino que también representaron una amenaza para la democracia estadounidense. Al erosionar la confianza en los medios, Trump debilitó uno de los pilares fundamentales de la democracia: una prensa libre y robusta que actúa como un control sobre el poder gubernamental. La desinformación y la polarización resultantes de estos ataques complicaron aún más la capacidad del público para discernir la verdad y tomar decisiones informadas.
Baron y otros críticos han comparado la retórica de Trump con la de dictadores del siglo XX, como Stalin y Hitler, quienes también utilizaron términos como «enemigos del pueblo» para justificar la represión de la prensa y otros opositores. Estas comparaciones resaltan la gravedad de los ataques de Trump y sus posibles implicaciones para la libertad de prensa y los derechos humanos.
Propiedad de Jeff Bezos
La adquisición del Washington Post por Jeff Bezos en 2013 por 250 millones de dólares sorprendió a muchos, dado que Bezos provenía del mundo tecnológico y no tenía experiencia previa en el negocio de la prensa impresa. Sin embargo, su visión y recursos financieros proporcionaron la estabilidad necesaria para que el periódico pudiera innovar y crecer en un momento en que muchos medios impresos enfrentaban declives significativos.
Bajo la dirección de Bezos, el Washington Post se transformó en una empresa tecnológica. Una de las principales estrategias fue el desarrollo de Arc Publishing, un sistema de gestión de contenidos (CMS) que no solo mejoró la eficiencia interna del periódico, sino que también se convirtió en una fuente de ingresos al ser licenciado a otros medios de comunicación. Esta plataforma permitió al *Post* manejar grandes volúmenes de contenido de manera más efectiva y adaptarse rápidamente a las demandas del entorno digital.
Bezos implementó una estrategia basada en el uso intensivo de datos para guiar las decisiones editoriales y de negocio. Esto incluyó la contratación de ingenieros y científicos de datos de Amazon para mejorar los procesos y optimizar la experiencia del usuario en línea. Además, el Washington Post amplió su cobertura informativa a nivel nacional e internacional, lo que ayudó a aumentar su audiencia y relevancia global.
Bezos aprovechó las sinergias entre Amazon y el Washington Post para impulsar el crecimiento del periódico. Por ejemplo, los suscriptores de Amazon Prime recibieron acceso gratuito a los contenidos nacionales del *Post* durante seis meses, seguido de un descuento significativo en la suscripción. Esta estrategia no solo aumentó la base de suscriptores del periódico, sino que también integró el *Post* en el ecosistema de Amazon, beneficiándose de su vasta infraestructura y recursos tecnológicos.
Desde el inicio, Bezos enfatizó la necesidad de experimentar e innovar. En una carta a los empleados del *Post*, destacó que no había un mapa claro para el futuro y que el éxito requeriría inventar y probar nuevas ideas. Esta cultura de innovación se reflejó en la adopción de nuevas tecnologías y enfoques editoriales que permitieron al *Post* adaptarse rápidamente a los cambios en el consumo de noticias y las expectativas de los lectores.
Los resultados de estas transformaciones fueron notables. El Washington Post experimentó un crecimiento significativo en su audiencia digital, pasando de 26 millones de usuarios únicos en 2013 a 72 millones en 2015. Además, el periódico superó al *New York Times* en visitas únicas durante varios meses, consolidando su posición como líder en el periodismo digital. A pesar de los desafíos, como la presión para generar altos niveles de tráfico web y las decisiones impopulares como la congelación de sueldos, el enfoque de Bezos permitió al *Post* no solo sobrevivir, sino prosperar en la era digital.
Bajo la dirección de Baron y la propiedad de Bezos, el Washington Post experimentó una transformación significativa. La decisión editorial de respaldar a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016 y el aumento subsiguiente en las suscripciones digitales reflejan el compromiso del periódico con el periodismo creíble, incluso en un entorno políticamente cargado.
Cobertura periodística y desafíos internos
Baron profundiza en la cobertura periodística y los desafíos internos que enfrentó durante su tiempo como editor ejecutivo del Washington Post.
Uno de los temas más destacados fue la investigación sobre las donaciones caritativas de Donald Trump. El periodista David Fahrenthold lideró esta investigación, revelando que muchas de las afirmaciones de Trump sobre sus donaciones eran falsas o exageradas. Fahrenthold documentó meticulosamente las donaciones, llamando a cientos de organizaciones benéficas para verificar las afirmaciones de Trump. Esta investigación no solo ganó premios, sino que también subrayó el compromiso del Washington Post con el periodismo de investigación riguroso y basado en hechos.
Otro tema importante fue la cobertura de la mala conducta del Servicio Secreto. Bajo la dirección de Baron, el *Post* publicó informes detallados sobre varios incidentes de mala conducta y fallos de seguridad dentro del Servicio Secreto, lo que llevó a una mayor supervisión y cambios en la agencia. Esta cobertura demostró la capacidad del periódico para abordar temas sensibles y de gran importancia para la seguridad nacional.
El Washington Post también jugó un papel crucial en la revelación de las acusaciones de conducta sexual inapropiada contra Roy Moore, un candidato republicano al Senado por Alabama. La investigación, liderada por Beth Reinhard y otros reporteros, descubrió testimonios de mujeres que afirmaban que Moore había tenido comportamientos inapropiados con ellas cuando eran adolescentes. Esta cobertura fue un ejemplo de cómo el *Post* manejó historias delicadas con rigor y ética periodística, a pesar de los intentos de desacreditarlos, como el fallido intento de Project Veritas de engañar al periódico con una falsa acusación contra Moore.
Durante su mandato, Baron también tuvo que gestionar un equipo de redacción en un período de rápidos cambios sociales, especialmente en relación con el género y la raza. La redacción del *Post* se enfrentó a tensiones internas sobre cómo cubrir estos temas y cómo manejar las expectativas de una nueva generación de periodistas que demandaban una mayor sensibilidad y justicia en la cobertura de noticias.
Baron tuvo que lidiar con el uso de las redes sociales por parte de sus periodistas, lo que a veces causó controversias. Por ejemplo, el reportero Wesley Lowery dejó el periódico después de que Baron le advirtiera que sus tuits sobre raza y política violaban la política de redes sociales de la empresa. Este y otros incidentes reflejaron las tensiones entre la necesidad de mantener estándares periodísticos y la libertad de expresión de los periodistas en plataformas digitales.
A pesar de las presiones externas, incluyendo los ataques constantes de Trump y los intentos de desacreditación por parte de grupos como Project Veritas, Baron mantuvo la integridad editorial del Washington Post. Insistió en la importancia de la objetividad y el rigor en la cobertura de noticias, defendiendo la independencia del periódico frente a las presiones políticas y comerciales.
Ética periodística y redes sociales
El autor aborda de manera exhaustiva la tensión entre los valores tradicionales del periodismo y el auge de las redes sociales
Baron explora cómo la inmediatez y la naturaleza pública de las redes sociales, especialmente Twitter, pueden entrar en conflicto con la necesidad de una supervisión editorial cuidadosa y rigurosa. Las redes sociales permiten a los periodistas compartir información y opiniones de manera instantánea, lo que puede llevar a situaciones en las que los comentarios personales se perciben como representativos de la postura editorial del medio para el que trabajan.
Un ejemplo destacado en el libro es el caso del reportero Wesley Lowery, quien utilizó Twitter para documentar y comentar sobre las protestas en Ferguson tras el asesinato de Michael Brown. Aunque su cobertura en redes sociales fue ampliamente reconocida, Baron consideró que algunos de sus tuits sobre raza y política violaban la política de redes sociales del Washington Post. Este incidente subraya la dificultad de equilibrar la libertad de expresión de los periodistas con la necesidad de mantener la objetividad y la percepción pública de imparcialidad del medio.
Baron argumenta que la objetividad en el periodismo no debe confundirse con la neutralidad o el «bothsidesism» (dar igual peso a ambos lados de un debate sin considerar la veracidad de sus argumentos). En cambio, la objetividad implica un compromiso con la verdad, la equidad y la rigurosidad en la recopilación y presentación de los hechos. Este enfoque puede chocar con la tendencia en las redes sociales de expresar opiniones personales y tomar posturas claras sobre temas controvertidos.
La proliferación de opiniones personales de los periodistas en las redes sociales puede afectar la credibilidad del medio y la confianza del público. Baron destaca que, en un entorno de profunda polarización y desconfianza hacia los medios, es crucial que los periodistas mantengan altos estándares de objetividad y profesionalismo para fortalecer la confianza pública en la prensa.
Baron enfatiza la importancia de la supervisión editorial para garantizar que la información publicada sea precisa y justa. Las redes sociales, con su inmediatez y alcance, pueden dificultar esta supervisión, ya que los periodistas pueden publicar contenido sin la revisión previa de los editores. Esto puede llevar a errores y malentendidos que dañen la reputación del medio.
Baron insta a los periodistas a reflexionar sobre su papel y responsabilidad en la era digital. Argumenta que, aunque las redes sociales ofrecen oportunidades para una mayor interacción con el público y una cobertura más inmediata, también presentan desafíos significativos que deben ser gestionados con cuidado. Los periodistas deben estar dispuestos a cuestionar sus propias opiniones y mantenerse abiertos a nuevas evidencias y perspectivas.
Impacto de la retórica anti-prensa
Baron profundiza en el impacto de la retórica anti-prensa de Donald Trump, subrayando las graves consecuencias que esta ha tenido tanto a nivel nacional como internacional
Uno de los ejemplos más destacados que Baron menciona es el asesinato del columnista del Washington Post Jamal Khashoggi por agentes de Arabia Saudita en 2018. Aunque Trump no fue directamente responsable del asesinato, Baron argumenta que la retórica anti-prensa del presidente estadounidense creó un ambiente que alentó a los autócratas a silenciar a sus críticos de manera extrema. La falta de una condena firme por parte de Trump hacia el régimen saudí tras el asesinato de Khashoggi fue vista como una señal de que los ataques contra la prensa podían llevarse a cabo con impunidad.
Trump utilizó términos como «fake news» y «enemigos del pueblo» para desacreditar a los medios de comunicación que lo criticaban. Esta estrategia no solo buscaba socavar la credibilidad de la prensa, sino también polarizar a la opinión pública. Al repetir constantemente estos ataques, Trump logró que una parte significativa de la población desconfiara de los medios tradicionales, lo que complicó la capacidad de los periodistas para informar de manera efectiva y ser creídos por el público.
La retórica de Trump también tuvo consecuencias directas en la seguridad de los periodistas. Durante su mandato, se registró un aumento significativo en los ataques y arrestos de periodistas, especialmente durante las protestas del movimiento Black Lives Matter en 2020. La US Press Freedom Tracker documentó un aumento de 12 veces en el número de periodistas arrestados y un incremento de ocho veces en los ataques físicos contra ellos en comparación con el año anterior. Este clima de hostilidad fue alimentado por los constantes ataques verbales de Trump contra la prensa, que legitimaron la violencia y el acoso hacia los periodistas.
Baron también destaca cómo la retórica anti-prensa de Trump tuvo repercusiones a nivel global. Líderes autocráticos en países como Turquía, Filipinas, Egipto, China y Rusia se sintieron envalentonados para actuar contra los medios de comunicación en sus propios países. La adopción del término «fake news» por parte de estos líderes y el aumento en el número de periodistas encarcelados bajo cargos de «noticias falsas» son ejemplos claros de cómo la retórica de Trump resonó internacionalmente y fue utilizada para justificar la represión de la prensa.
Baron argumenta que la retórica de Trump ha dejado una marca duradera en la relación entre la prensa y el público. La desconfianza hacia los medios de comunicación y la normalización de los ataques verbales y físicos contra los periodistas son desafíos que persistirán más allá de la presidencia de Trump. Restaurar la credibilidad y la confianza en la prensa será un proceso largo y complicado, que requerirá esfuerzos concertados tanto de los medios como de los líderes políticos y la sociedad en general.