En un contexto de movimiento de placas tectónicas, cambios históricos, crisis, etc. es cuando hay mayor necesidad de innovación que nunca. La sociedad exige y agradece que las empresas den un paso al frente con nuevos modelos de negocio que ayuden a hacernos la vida más fácil y mejor, superando los obstáculos de una forma positiva.
Los que vivimos en áreas metropolitanas con buenas conexiones, a veces olvidamos el grave inconveniente que supone no tener una acceso a Internet de calidad, o peor aún, no tener acceso. Esto ocurre en pleno año 2011, mucho más de lo que imaginamos.
La realidad es que los operadores habituales han centrado su oferta en zonas cuya densidad de población proporciona una explotación más rentable, con un retorno de la inversión más favorable. Pero más que señalar culpables, surgen iniciativas como la de Eurona que buscan poner solución a este escenario. Con su red propia da servicio de acceso a Internet y telefonía, en zonas donde el ADSL ni la fibra, no llegan o no lo hacen con las condiciones mínimas exigibles.
Pero la infraestructura sólo es un paso. Por esta razón, Eurona acaba de poner en marcha el servicio de ‘Internet Social’. Una propuesta sin letra pequeña: sólo una mezcla inteligente de tecnología empleada y un ahorro de costes en el desarrollo, comercialización e instalación. Todo a un precio muy ajustado y con estándar de calidad aceptable. El único requisito realmente importante es que se requiere una implicación activa del Ayuntamiento “afectado”.
Las dos partes esenciales de Internet Social, son una conexión a Internet y telefonía con condiciones muy competitivas, así como el ‘Compromiso 20 +1‘. Un compromiso a través del cual, cada 20 ciudadanos conectados a Eurona, la empresa ofrece la instalación y el servicio gratuito a esa persona -elegida por el Ayuntamiento- con riesgo de exclusión social (por ejemplo, ciudadanos que estén amparados por la ley de dependencia).
Un proyecto con sentido, llena más…pero además, tiene sentido económico.
En los tiempos que corren pueden sorprender estas posiciones, que van mucho más allá de los programas de responsabilidad corporativa. La promesa de contribuir activa y voluntariamente a la mejora social de las personas en situación de riesgo de exclusión tecnológica o social, no es una pose ni una estrategia comercial, es un cambio de actitud. Un auténtico interés por transformar el ADN de la empresa, alineando una clara voluntad social, una imprescindible sostenibilidad económica y –por supuesto- crear valor para accionistas que desean invertir de forma “ética”.
Quizás este sea uno de los síntomas que una parte de los preceptos del ‘social business’ o del capitalismo 2.0, empiezan a extenderse y a calar en la sociedad.