La tesis principal de The Defender’s Dilemma: Identifying and Deterring Gray-Zone Aggression de Elisabeth Braw es que la agresión en la zona gris, que se sitúa entre la guerra y la paz, es utilizada por actores estatales como China y Rusia para debilitar a otros países mediante medios que no llegan al nivel de conflicto armado. Este tipo de agresión aprovecha las vulnerabilidades de las sociedades abiertas y democráticas, que están más expuestas y son menos capaces de responder de manera efectiva debido a sus normas legales, éticas y de transparencia.
El libro argumenta que para identificar y disuadir eficazmente estas agresiones, las democracias liberales deben adoptar estrategias que incluyan tanto la mejora de las defensas (deterrence by denial) como la imposición de costos a los agresores (deterrence by punishment). Esto implica una combinación de medidas que van desde el fortalecimiento de la resiliencia civil y del sector privado hasta el uso de represalias asimétricas y la amenaza de fuerza cinética para imponer costos y modificar comportamientos.
La agresión en la zona gris: Un desafío cotidiano y encubierto
Mientras que gran parte de Occidente permanece alerta ante la posibilidad de una invasión física, la agresión en la zona gris se manifiesta diariamente y resulta difícil de detectar, ya que a menudo se camufla dentro del bullicio habitual de la vida diaria. Este tipo de agresión se ha vuelto una estrategia frecuente porque atacar a las democracias liberales en el limbo entre la guerra y la paz resulta sorprendentemente sencillo y ventajoso. Los medios no militares de agresión, como los ciberataques, las campañas de desinformación y la coerción económica, no solo son menos confrontativos, sino que también ofrecen beneficios significativos como el dominio industrial, sin necesidad de conquistas territoriales.
Esta sutileza en la agresión complica enormemente la tarea de los defensores; de hecho, disuadir estos ataques es una labor ardua. Durante años, tanto gobiernos como empresas en Occidente han intensificado sus esfuerzos para fortalecer las defensas contra los ciberataques y han mejorado sus capacidades ofensivas en el ciberespacio. Además, en Europa y América del Norte, tanto los gobiernos como la ciudadanía han sentido los efectos de las campañas de desinformación dirigidas a socavar la cohesión social. A pesar de las numerosas iniciativas gubernamentales y de la sociedad civil para limitar la propagación de la desinformación y fortalecer la resiliencia pública, la agresión en la zona gris continúa evolucionando y adoptando nuevas formas.
Este libro se presenta como un recurso esencial para responsables de políticas, miembros de las fuerzas armadas, líderes industriales y la sociedad civil en general. Establece que los gobiernos occidentales no pueden simplemente imponer medidas de disuasión en la zona gris; más bien, es crucial que todos los sectores de la sociedad participen activamente en la defensa y disuasión, beneficiando así a la sociedad en su conjunto y, por extensión, a cada país.
La relevancia de la agresión en la zona gris ha crecido hasta el punto de ser reconocida ampliamente; prueba de ello es que la edición de abril de la revista Professional Security dedicó un artículo completo a este tema, originado en un seminario web del fabricante de defensa Qinetiq.
Definición y origen de la agresión en la zona gris: 2014, un año decisivo
La agresión en la zona gris, un término que Elisabeth Braw sitúa en el contexto de la invasión de Ucrania por Rusia en 2014, representa un tipo de conflicto que se caracteriza por su ambigüedad y dificultad para ser claramente atribuido. Durante este año decisivo, no solo se utilizaron tropas sin insignias para mantener la negabilidad del asalto, sino que también se emplearon ataques cibernéticos y campañas de desinformación. Estas tácticas, aunque menos visibles, causaron daños significativos y sembraron confusión entre la población, debilitando su resolución y su apego a los principios democráticos.
El año 2014 marcó un punto de inflexión en el que la agresión en la zona gris se manifestó con claridad en el escenario internacional. Las acciones de Rusia en Crimea y Ucrania, que combinaron operaciones cibernéticas con campañas de desinformación, demostraron la efectividad de estas tácticas y evidenciaron una evolución en la naturaleza del conflicto bélico. A lo largo de su libro, Braw no solo detalla estos eventos, sino que también utiliza diversos estudios de caso para ilustrar cómo se manifiestan las actividades de la zona gris como formas de agresión.
Además, Braw explora las respuestas de los defensores ante estas tácticas, resaltando tanto las estrategias que han resultado exitosas como aquellas que no han logrado mitigar eficazmente la agresión. Este análisis no solo subraya la complejidad de contrarrestar la agresión en la zona gris, sino también la necesidad de adaptar y evolucionar las estrategias de defensa para enfrentar este tipo de conflictos que desafían las definiciones tradicionales de guerra y paz.
La eficacia estratégica de la agresión en la zona gris
La agresión en la zona gris se ha consolidado como una táctica eficaz para ciertos países, destacando especialmente China y Rusia, así como Irán y Corea del Norte en una medida más restringida. Este enfoque permite a estas naciones avanzar hacia sus metas geopolíticas sin cruzar el umbral hacia un conflicto armado abierto. La autora subraya que, aunque el concepto de guerra en la zona gris no es nuevo, su aplicación ha sido intensificada en los últimos años por estas potencias.
Estas estrategias se caracterizan por su capacidad para operar en el umbral de la detección y la respuesta internacional, permitiendo a los países implicados ejercer influencia y obtener ventajas sin incurrir en las consecuencias diplomáticas y militares que acompañarían a una guerra convencional. La agresión en la zona gris se manifiesta a través de una variedad de tácticas, incluyendo ciberataques, campañas de desinformación, y la explotación de vacíos legales internacionales, entre otros.
La elección de estas tácticas refleja un cálculo estratégico detallado, buscando maximizar los beneficios mientras se minimizan los riesgos y costos. Al evitar la confrontación directa, estos países pueden seguir avanzando en sus agendas mientras mantienen abiertas las puertas de la diplomacia y el comercio internacional. Además, la ambigüedad inherente a la agresión en la zona gris dificulta la formación de una respuesta cohesiva por parte de la comunidad internacional, lo que a menudo resulta en una ventaja táctica para el agresor.
En resumen, la agresión en la zona gris emerge como una herramienta geopolítica de gran valor para las potencias que buscan reconfigurar el equilibrio internacional a su favor. Su eficacia radica en la habilidad para influir y desestabilizar sin desatar las plenas consecuencias de un estado de guerra, lo que representa un desafío significativo para la seguridad global y la estabilidad política.
El reto de la defensa en la zona gris: El dilema del defensor
El The Defender’s Dilemma radica en la complejidad de responder adecuadamente a la agresión en la zona gris sin caer en extremos contraproducentes. Occidente se enfrenta a la difícil tarea de no ignorar estas actividades subversivas, ya que, sin una defensa y disuasión efectivas, estas tácticas continuarán evolucionando y expandiéndose. Al mismo tiempo, responder con un exceso de fuerza militar podría ser precisamente lo que los agresores buscan provocar, jugando así a su favor.
Los agresores, en muchos casos, no buscan conquistar territorios físicos de los países occidentales, sino más bien socavar las estructuras de la sociedad civil y debilitar los estados desde dentro. Esto les permite fortalecer su posición sin enfrentamientos directos. La autora destaca que la agresión en la zona gris puede dirigirse a casi cualquier aspecto de la vida en una democracia liberal, desde la libertad de expresión en las universidades hasta las operaciones comerciales internacionales, como las empresas que negocian o hacen negocios en o con China.
Este dilema subraya la necesidad de una estrategia equilibrada que evite la escalada hacia un conflicto abierto, al tiempo que protege eficazmente los valores y la integridad de las sociedades liberales. La respuesta requiere no solo medidas de seguridad nacional, sino también un enfoque holístico que incluya la resiliencia de la sociedad civil y la cooperación internacional para contrarrestar las influencias desestabilizadoras sin exacerbar la situación.
Persistencia y repercusiones de la agresión en la zona gris
La influencia de Rusia en eventos políticos significativos ha sido documentada, incluyendo un informe del Comité de Inteligencia y Seguridad bipartidista del Reino Unido, destacado en la edición de septiembre de 2020 de la revista Professional Security.
Sin embargo, el establishment británico ha mostrado reticencia a abordar una pregunta crucial y controvertida: ¿influyó Rusia en el resultado del referéndum del Brexit en 2016? Elisabeth Braw aborda este tema con franqueza, señalando que la desinformación no solo ha sido una táctica empleada por Rusia durante la campaña del Brexit, sino también en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 y las elecciones presidenciales de Francia en 2017.
Braw argumenta que ignorar la realidad de estas intervenciones o minimizar su importancia no es una estrategia viable. De hecho, sugiere que tal indiferencia solo agrava el problema, permitiendo que la agresión en la zona gris se intensifique y expanda. Según la autora, esta área de conflicto no convencional está «cada vez más ocupada», lo que implica un aumento en la frecuencia y la sofisticación de estas tácticas subversivas.
La persistencia de la agresión en la zona gris y su impacto en la política global subrayan la necesidad de una vigilancia continua y de respuestas más efectivas por parte de las democracias occidentales. La capacidad de reconocer y contrarrestar estas influencias es crucial para preservar la integridad de los procesos democráticos y la estabilidad política internacional.
Reforzando la defensa: Estrategias contra la agresión en la zona gris
Elisabeth Braw propone una serie de estrategias meticulosas para contrarrestar la agresión en la zona gris, un fenómeno cada vez más prevalente en el ámbito internacional. La primera medida esencial que Braw sugiere es la clarificación y comprensión profunda de lo que realmente implica la agresión en la zona gris. Este entendimiento debe ir acompañado del desarrollo de respuestas específicamente diseñadas para este tipo de agresión, que incluyen la mejora de las técnicas de detección y atribución de los ataques.
Además, Braw enfatiza la importancia de desarrollar capacidades que permitan a los estados y organizaciones responder de manera rápida y efectiva a los ataques. Esto no solo implica una reacción inmediata, sino también la preparación a largo plazo para manejar y mitigar las consecuencias de tales agresiones.
Otra estrategia crucial que Braw destaca es la construcción de resiliencia dentro de las sociedades e instituciones. Este enfoque busca fortalecer los sistemas internos para que sean capaces de resistir, responder y recuperarse de los ataques con mayor eficacia. La resiliencia se convierte así en un pilar fundamental para la defensa, proporcionando una base sólida que puede soportar y adaptarse a las presiones de la agresión en la zona gris.
Estas estrategias, según Braw, son vitales para enfrentar con éxito los desafíos únicos que presenta la agresión en la zona gris, asegurando que las naciones y organizaciones no solo puedan defenderse de manera efectiva, sino también mantener su estabilidad y seguridad en un entorno internacional cada vez más complejo y desafiante.
Colaboración internacional: Clave para contrarrestar la agresión en la zona gris
Elisabeth Braw subraya la importancia crítica de colaborar con aliados y socios para formular una respuesta coordinada frente a la agresión en la zona gris. Esta cooperación implica un intercambio activo de información e inteligencia, así como la coordinación de respuestas y el desarrollo de capacidades conjuntas. Braw propone que enfrentar esta forma de agresión requiere un cambio fundamental en la percepción de la defensa: debe pasar de ser vista como una responsabilidad puramente nacional a considerarse una responsabilidad colectiva que involucre a gobiernos e instituciones de todo el bloque occidental.
Esta estrategia de colaboración no solo mejora la eficacia de las medidas de detección y respuesta, sino que también fortalece la cohesión entre las naciones, permitiendo una defensa más robusta y adaptativa frente a las tácticas cambiantes de los agresores. Al unir fuerzas, los países pueden compartir recursos y conocimientos, lo que resulta en una capacidad mejorada para anticipar y neutralizar amenazas antes de que puedan causar daño significativo.
En resumen, Braw enfatiza que la lucha contra la agresión en la zona gris debe ser un esfuerzo mancomunado, donde la solidaridad y la cooperación internacional juegan un papel decisivo. Este enfoque no solo es esencial para proteger los intereses nacionales, sino que también es vital para preservar la estabilidad y seguridad global en un mundo interconectado y complejo.
Reflexión final: Uniendo fuerzas contra la agresión en la zona gris
En su conclusión, Elisabeth Braw destaca la creciente urgencia de implementar estrategias de disuasión efectivas contra la agresión en la zona gris, enfatizando la importancia de la resiliencia y la negación de ventajas a los agresores. Hasta el verano de 2021, los acontecimientos subrayan la necesidad de una acción más decidida.
Braw aboga por un diálogo constructivo que involucre a responsables de políticas, líderes empresariales y la sociedad en general, argumentando que la colaboración y el apoyo mutuo son esenciales para contrarrestar esta amenaza. Sin una cooperación efectiva, advierte, la agresión en la zona gris seguirá prosperando, socavando la seguridad y estabilidad occidentales.
De la zona gris a las estrategias asimétricas en el S.XXI
Este post conecta estrechamente con Estrategias asimétricas en el S.XXI: La disuasión rusa y la Guerra de Quinta Generación (5GW), al abordar ambos la evolución de las tácticas de conflicto y disuasión en el siglo XXI. Mientras que Elisabeth Braw en «The Defender’s Dilemma» se centra en la agresión en la zona gris, utilizada por actores estatales como China y Rusia para debilitar a otros países a través de medios que no llegan al nivel de conflicto armado, en Estrategias asimétricas en el S.XXI profundiza en cómo Rusia ha adoptado estrategias de disuasión que se alejan de las conceptualizaciones occidentales tradicionales, enfatizando enfoques que trascienden la mera confrontación militar.
Ambos textos destacan un cambio paradigmático en la concepción y ejecución de la guerra y la disuasión, donde la manipulación de percepciones y el uso de tecnologías avanzadas y estrategias no convencionales juegan un papel crucial. La Guerra de Quinta Generación (5GW), y la agresión en la zona gris, según Braw, comparten la característica de influir en las mentes y percepciones en vez de involucrarse en confrontaciones militares directas. Esta similitud subraya las significativas implicaciones para la seguridad nacional y la estabilidad internacional, desafiando el paradigma tradicional de la guerra centrado en la violencia física entre fuerzas armadas regulares.
Hay la necesidad de comprender y adaptarse a estas nuevas formas de conflicto que buscan dominar el ámbito humano y manipular percepciones para lograr objetivos geopolíticos sin desencadenar una guerra convencional.