Cada día que pasa, la revolución audiovisual avanza un pasito más. Parece imperceptible a ojos de la mayoría, pero está ocurriendo. Los que esperaban el boom del video online, deberían espabilar porque si siguen soñando con los ojos cerrados se lo perderán. El video online ya se ha consolidado, falta inventario de calidad pero la bolsa de consumo de video online es enorme. Según Comscore, en España estamos en los 2.700 millones de videos visionados al mes (porno no incluido). De toda esa tarta, Google (Youtube) se lleva casi 1.100 millones de visionados. Le siguen a una enorme distancia Hispavista (28 millones), RTVE (26), Microsoft (24), Tele5 (19), Unidad Editorial (19), Antena3 (18)…
Crecer seguirá creciendo, pero a otro ritmo. Tan solo la TV conectada puede suponer un segundo escalón. Lo demás dependerá de la propia redistribución de la tarta entre los que están y los que tienen que llegar. Por el camino probablemente ocurran algunas circunstancias que influencien moderadamente, aunque sin significar cambios de profundidad. Me refiero por ejemplo a la ley Sinde.
La “nueva” ley pondrá las cosas un poco más difíciles al uso comercial y fraudulento de contenidos de terceros. Puede que con el ruido mediático se proceda a una caza de brujas. Desde luego que no evitará la “piratería”, pero “moldeará” su industrialización. Por lo demás, no creo en cambios trascendentales y la economía del video online seguirá su travesía.
Para los que esperaban “El Dorado” decirles que la inversión publicitaria del video online, tan sólo ha arañado un pedacito del total de la tarta publicitaria. Ni la desaparición de la publicidad en RTVE ha significado un incremento relevante. Profesionales que viven día a día la comercialización del video online me hablaban de cifras ridículas en display de video, cifras que difícilmente superarían la docena de millones de euros.
Todo esto sucede mientras la tele tradicional sigue batiendo récords de consumo y algunas teles privadas, están cosechando los mejores resultados de su historia. Fue un error de bulto anunciar la muerte de la televisión. Es la maldita confusión de mezclar deseo y realidad. Ahora, que ya sabemos que no vamos a ir de entierro, esperamos impacientes que a la tele convencional le crezcan los enanos. Hasta ahora eran dispositivos ‘periféricos’, pero ahora es la propia tele quien puede traicionar sus principios tradicionales.
La tele conectada no es una experiencia de ciencia ficción, ya se ve en el horizonte. Los expertos calculan que faltan tres años para alcanzar una penetración relevante. Eso los más optimistas (marcas de electrónica de consumo), otros hablan de plazos no inferiores a los cinco años.
Quizás la clave sea saber cuando ocurrirá el punto de inflexión, entre costes, ingresos y audiencias. Los extremos se mueven. Si por un lado el broadcast es capaz de hacer rentable series de ficción con costes de medio millón (o más) la pieza, sacándole rentabilidades del 50% y con audiencias descendiendo. Y por otro lado, algunos productos de ficción online encuentran equilibrio a su economía low cost y a sus discretas audiencias ¿por qué no pueden seguir acercándose ambos extremos?
La ecuación de costes, ingresos y audiencia, se está moviendo. Es una evolución lenta pero imparable. Ese es/será el momento de los grassroots. Las cadenas de televisión, los broadcasters, no pueden o no se atreven a hacer experimentos de treinta mil euros. Algo así como poner a un futbolista juvenil en un derbi futbolero de máxima rivalidad o en la final de la Champions. Sólo se atreven con lo contrastado, aunque sea a base de presupuestos ‘galácticos’.
Pero no nos desesperemos. Habrá cambio de paradigma. Está en la cantera, en el fútbol base, en los torneos internacionales de categorías inferiores. No es garantía que todos los que allí juegan lleguen a disputar finales de Champions, pero casi seguro que en un futuro no muy lejano, todos los que jugarán la final, habrán pasado por allí.
Claro que siempre deberán existir las segundas divisiones o las ligas de desarrollo. Dignísimos espacios, con un público interesado y fiel, pero que no mueven el mismo dinero, ni su vara de medir puede ser siempre esa. Habrá otros aspectos a considerar…por ejemplo cambiar el modelo de negocio. No perdamos de vista que muchas veces el “gran negocio” del fútbol, no son los clubs de fútbol, sino los agentes intermediarios.