La tesis principal de Freakonomics de Steven Levitt y Stephen Dubner es que la economía, en su esencia, es el estudio de los incentivos y cómo las personas obtienen lo que necesitan o desean cuando otros también lo necesitan o desean.

Los autores argumentan que al comprender los incentivos que mueven a las personas, se pueden explicar y predecir comportamientos y tendencias sociales que, en apariencia, no tienen relación con la economía. Desafían la «sabiduría convencional» y demuestran que a menudo está equivocada, ofreciendo una perspectiva diferente y valiosa sobre diversos fenómenos sociales.

La relevancia de «Freakonomics» radica en que sigue ofreciendo un enfoque innovador para analizar problemas cotidianos a través de la lente de la economía y los incentivos. Sus ideas sobre cómo los factores económicos subyacentes pueden influir en comportamientos aparentemente no relacionados, como el descenso de la criminalidad, siguen siendo pertinentes y estimulantes para los lectores.

Principales ideas de Freakonomics

  • Las paradojas de los incentivos: Cómo pueden alterar inesperadamente el comportamiento humano
  • La efectividad de los incentivos: Condicionada por el contexto y el estado de ánimo
  • La asimetría de información: Cuando los expertos sacan ventaja
  • La manipulación del miedo y la ansiedad por parte de los expertos para beneficio propio
  • Internet y su rol en la democratización de la información
  • La retención de información y su impacto en la percepción del cliente
  • La irracionalidad en la percepción de riesgos y la influencia del control
  • Desentrañando la diferencia entre correlación y causalidad: Un análisis crítico
  • Más allá de lo evidente: La influencia de causas indirectas en la causalidad
The Best of Freakonomics with with Steven Levitt and Stephen Dubner

Las paradojas de los incentivos: Cómo pueden alterar inesperadamente el comportamiento humano

Estamos acostumbrados a ver cómo se utilizan incentivos para moldear comportamientos. Desde padres que premian a sus hijos por completar tareas escolares hasta empresas que recompensan a empleados por cumplir metas de ventas, los incentivos son una herramienta común en nuestra vida cotidiana.

No obstante, el impacto de los incentivos en la conducta humana es más complejo de lo que podría parecer. Estos incentivos operan en contextos delicados donde pequeñas variaciones pueden desencadenar efectos significativos y, a veces, contrarios a los deseados.

Un estudio en centros de cuidado infantil en Haifa, Israel, ilustra esta complejidad. Economistas establecieron una multa de 3 dólares para disuadir a los padres de recoger tarde a sus hijos, esperando que la sanción económica redujera las incidencias. Contrariamente a lo esperado, la medida resultó en un aumento de las recogidas tardías. ¿Cómo se explica este resultado adverso?

Una posibilidad es que la multa no fuera lo suficientemente alta como para ser disuasoria. Pero el problema más significativo fue que el desincentivo económico sustituyó a un desincentivo moral preexistente: la culpa que los padres sentían al llegar tarde. Con la posibilidad de «pagar» por su tardanza, la preocupación por la puntualidad disminuyó.

Además, una vez que se estableció esta nueva norma, revertirla no tuvo el efecto deseado. La eliminación de la multa no logró disminuir las llegadas tardías.

Este caso demuestra que la implementación de incentivos requiere un análisis cuidadoso, especialmente cuando interactúan con otros incentivos ya presentes. Al introducir nuevos incentivos, es crucial considerar si estos podrían interferir o reemplazar a los existentes, alterando así el comportamiento de maneras no anticipadas.

La efectividad de los incentivos: Condicionada por el contexto y el estado de ánimo

Es poco probable que hayas considerado robar un banco, dado que existen múltiples desincentivos, como el riesgo de prisión, la pérdida de prestigio social y el remordimiento, que te disuaden de cometer tal acto. No obstante, hay quienes deciden robar bancos a pesar de enfrentarse a estos mismos desincentivos. ¿A qué se debe esto?

La respuesta radica en que las personas reaccionan de manera diferente ante los mismos incentivos.

Aunque esto pueda parecer obvio, resulta sorprendente que incluso una misma persona pueda tener reacciones distintas ante los mismos incentivos en diferentes momentos.

Un ejemplo ilustrativo proviene de Paul Feldman, quien gestionaba un servicio de distribución de bagels en oficinas. Dejaba una caja de efectivo sin supervisión para que los clientes pagaran por los bagels, y al final del día recogía el dinero y los bagels no vendidos. Todos los clientes tenían el mismo incentivo para pagar: el deseo de mantener una imagen de honestidad. Sin embargo, las variaciones diarias en las tasas de pago y entre diferentes ubicaciones revelaron tendencias interesantes sobre la honestidad bajo diversas condiciones.

El estado de ánimo personal, influenciado por factores externos, parecía ser el factor determinante en la honestidad de los clientes:

  • El clima tenía un impacto significativo, con tasas de pago más altas en días inusualmente cálidos y más bajas en días fríos.
  • Las festividades estresantes, como Navidad y Acción de Gracias, reducían notablemente las tasas de pago, mientras que las vacaciones más relajadas las incrementaban.
  • La moral en la oficina también jugaba un papel crucial, con personas en ambientes laborales positivos mostrando mayor propensión al pago.
  • Tras los ataques del 11 de septiembre, se observó un incremento universal en las tasas de pago, atribuido a un aumento generalizado de la empatía.

Esta evidencia sugiere que los incentivos que motivan a algunas personas en ciertos días pueden no tener el mismo efecto en otros momentos, dependiendo de variaciones en circunstancias globales, locales o personales que influyan en su estado de ánimo.

La asimetría de información: Cuando los expertos sacan ventaja

En ocasiones, recurrimos a expertos que nos asesoran en diversas situaciones, desde reparaciones y compras significativas hasta asuntos legales. Depositamos nuestra confianza en su conocimiento especializado para guiarnos en ámbitos que nos resultan ajenos.

Estos expertos disponen de un conocimiento profundo que la mayoría de las personas no tiene, creando una asimetría de información. Si bien es común que los expertos sean remunerados por su saber, en ocasiones pueden aprovechar su posición privilegiada para inducir a error a los no expertos y obtener ganancias adicionales.

Tomemos como ejemplo el mercado inmobiliario: vender una vivienda es una de las transacciones financieras más significativas para muchas personas. Dada su complejidad, confiamos en los agentes inmobiliarios, quienes tienen acceso a información detallada sobre precios y tendencias del mercado y, en teoría, están motivados por obtener el mejor precio posible para incrementar su comisión. Esta suposición nos brinda una sensación de seguridad al contar con su experiencia.

Sin embargo, esta percepción puede ser demasiado simplista. Al analizar más detenidamente los incentivos, se revela que, aunque la comisión del agente está vinculada al precio de venta, el beneficio adicional por obtener un precio más alto es mínimo comparado con el beneficio de concretar la venta rápidamente. Por lo tanto, el incentivo del agente por cerrar una venta de manera expedita puede ser mayor que el de alinear sus intereses con los del cliente.

Estudios comparativos muestran que cuando los agentes inmobiliarios venden sus propias propiedades, las mantienen en el mercado por más tiempo y consiguen precios más elevados que cuando venden propiedades de clientes. Así que, ten precaución: si un agente inmobiliario te sugiere aceptar rápidamente una oferta razonable por tu casa, es posible que no esté buscando maximizar tu beneficio, sino el suyo.

La manipulación del miedo y la ansiedad por parte de los expertos para beneficio propio

El temor a lo desconocido puede ser profundamente inquietante. Cuando te enfrentas a una transacción en un ámbito del cual tienes escaso conocimiento o información, es natural sentir preocupación y ansiedad. Los expertos, conocedores de esta realidad, frecuentemente se valen de estos miedos para lograr beneficios económicos.

Existen múltiples maneras en que esto puede manifestarse: un vendedor de coches podría persuadirte de no adquirir un modelo más económico, argumentando que es menos seguro. Un agente inmobiliario podría manipular tu temor a perder la casa de tus sueños para incitarte a presentar una oferta superior. Un corredor de bolsa podría advertirte que, de no invertir en una determinada acción de inmediato, perderás una oportunidad única, dejándote con el remordimiento por el resto de tu vida.

El miedo deteriora nuestra capacidad para tomar decisiones lógicas, lo que los expertos explotan para inducirnos a tomar decisiones que, en otras circunstancias, no consideraríamos.

En interacciones directas, los temores sociales pueden intensificar este problema: el experto puede sacar provecho de nuestro miedo a parecer ignorantes, mezquinos o deshonrosos.

Considera, por ejemplo, la tensa situación de organizar el funeral de un ser querido. El director de la funeraria, consciente de tu desconocimiento sobre el sector, puede manipular tu ansiedad por ofrecer un entierro digno a tu ser querido para convencerte de elegir un ataúd más costoso del que inicialmente considerarías.

Es crucial estar alerta en situaciones donde un experto parece estar manipulando tus miedos, especialmente si sugieren que debes tomar una decisión de manera inmediata. En estos casos, es prudente contar con estrategias que te permitan ganar tiempo y espacio para reflexionar sobre tus opciones con calma, como solicitar una segunda opinión. Asimismo, puedes intentar minimizar la asimetría de información investigando previamente sobre el tema en cuestión.

Internet y su rol en la democratización de la información

Durante la década de los noventa, el precio de los seguros de vida experimentó una caída notable. Este fenómeno no se replicó en otros tipos de seguros, ni se debió a cambios significativos en la industria de seguros de vida o en su clientela. ¿Cuál fue la causa de esta inesperada disminución en los precios?

La clave está en la aparición de Internet y, en particular, en los sitios web de comparación de precios. Estas plataformas brindaron a los consumidores la posibilidad de comparar las tarifas de seguros de múltiples compañías en segundos. Información que anteriormente requería un esfuerzo considerable para ser recopilada, de repente se encontraba al alcance de un clic. Las aseguradoras, enfrentadas a la homogeneidad de las pólizas, se vieron obligadas a reducir sus precios para ser competitivas, lo que resultó en una disminución generalizada de las tarifas.

Este caso ilustra el impacto transformador de Internet en la disminución de las asimetrías de información a nivel global. Internet se ha convertido en una herramienta eficaz para la distribución y el acceso equitativo a la información.

Actualmente, los consumidores tienen la capacidad de investigar de forma rápida y cómoda sobre productos y precios antes de interactuar con un experto, obteniendo así un conocimiento más preciso sobre lo que deberían pagar y lo que deberían recibir a cambio, reduciendo considerablemente la ventaja informativa de los expertos y, con ello, las posibilidades de obtener una ganancia financiera desmedida.

Por ejemplo, si estás en proceso de comprar una vivienda, ahora puedes investigar en línea para determinar por ti mismo cuál sería una oferta justa, en lugar de confiar únicamente en la opinión de tu agente inmobiliario.

La retención de información y su impacto en la percepción del cliente

La reticencia o el fallo en proporcionar información puede desencadenar consecuencias significativas en el ámbito de la confianza y la percepción de valor.

Tomemos como ejemplo la compra de un vehículo nuevo. Es un hecho conocido que un coche nuevo pierde una parte considerable de su valor tan pronto como sale del concesionario. Quien haya pagado $20,000 por un automóvil el día anterior podría encontrarse con que su valor de reventa ha disminuido a menos de $15,000 al día siguiente.

Este drástico descenso en el valor se debe a la asimetría de información. El comprador potencial desconoce las razones exactas por las cuales el vendedor se desprende de un coche nuevo y, por ende, tiende a asumir que existe algún defecto. Aunque esta suposición pueda ser infundada, la falta de información lleva al comprador a llenar los vacíos con conjeturas negativas, resultando en una penalización para el vendedor.

Otro ejemplo se encuentra en el ámbito de las citas en línea. Los estudios indican que la omisión de una fotografía en el perfil de un usuario es uno de los factores que más reduce el interés de otros usuarios. La ausencia de una imagen lleva a muchos a presuponer aspectos negativos sobre la persona.

La enseñanza que se desprende es que, en cualquier intercambio, es esencial no solo presentar la información que posees, sino también anticipar la que se espera de ti y las posibles interpretaciones que se pueden generar si decides omitirla.

La irracionalidad en la percepción de riesgos y la influencia del control

Nuestra capacidad para evaluar riesgos está lejos de ser tan racional como nos gustaría pensar.

Un factor que distorsiona significativamente nuestra percepción de riesgo es la facilidad con la que podemos visualizar un peligro específico. A pesar de su baja frecuencia, los accidentes aéreos, los crímenes con armas de fuego o los atentados terroristas se graban en nuestra mente debido a la cobertura mediática excesiva, llevándonos a sobrestimar su probabilidad.

Reflexiona sobre el siguiente escenario: ¿Dónde te sentirías más tranquilo si tu hijo jugara, en una casa donde hay un arma o en una con piscina?

La idea de un niño herido por un arma es espantosa y provoca una reacción visceral. Las piscinas, en cambio, no evocan la misma respuesta emocional, por lo que podríamos sentirnos más seguros con la segunda opción. Sin embargo, estadísticamente, es menos probable que un niño muera por un disparo que por un accidente en una piscina.

Otro elemento que afecta nuestra valoración del riesgo es la sensación de control que experimentamos. Esto podría explicar por qué muchas personas temen más volar que conducir: al manejar un coche, nos sentimos en control, a diferencia de cuando volamos. No obstante, la probabilidad de fallecer en ambos medios de transporte es similar.

Reconocer nuestros prejuicios es el primer paso para superarlos. El segundo es fundamentar nuestras preocupaciones en datos concretos sobre los riesgos, lo que nos permite contrarrestar impulsos instintivos y realizar evaluaciones más objetivas.

Desentrañando la diferencia entre correlación y causalidad: Un análisis crítico

A pesar de tener poblaciones similares, Washington D.C. se distingue por tener tres veces más oficiales de policía que Denver y registra ocho veces más homicidios. ¿Podría interpretarse que la mayor presencia policial es la causante de la elevada tasa de homicidios?

Frecuentemente, al observar que un incremento en un determinado factor, X, coincide con un aumento en otro factor, Y, es tentador atribuir una relación causal, asumiendo que el aumento en X provocó el aumento en Y. Esta inclinación a inferir causalidad, cuando en realidad solo existe correlación, es una tendencia humana común.

Tomemos, por ejemplo, la influencia del dinero en la política. Es ampliamente aceptado que el dinero juega un papel crucial en los resultados electorales, y los datos indican que los candidatos con campañas más costosas tienden a ser victoriosos. Naturalmente, se tiende a concluir que el dinero es la causa directa de estas victorias. Pero, ¿es realmente así?

Los donantes de campañas políticas suelen ser pragmáticos, optando por influir en contiendas reñidas o apoyar a candidatos claramente favoritos, basándose en la premisa de que el candidato opuesto no justifica su inversión.

Este comportamiento resulta en que los candidatos más exitosos sean también los que más financiamiento reciben. Sin embargo, ¿fue el financiamiento lo que propició su éxito o fue su éxito lo que atrajo más financiamiento?

Investigaciones sobre candidatos que participan en elecciones consecutivas revelan que el monto del gasto electoral tiene un impacto mínimo en los resultados. Un candidato victorioso podría reducir su gasto a la mitad y experimentar una disminución de solo el 1% en los votos, mientras que un candidato derrotado podría duplicar su gasto y solo ver un incremento del 1% en su apoyo electoral. Esto sugiere que, contrariamente a la creencia popular, el dinero no es el determinante definitivo de las elecciones.

Este análisis subraya la importancia de distinguir entre correlación y causalidad, especialmente en contextos donde la interpretación errónea de los datos puede llevar a conclusiones equivocadas. La comprensión de esta distinción es crucial para una interpretación adecuada de las relaciones entre variables y para evitar la trampa de confundir una simple coincidencia o relación espuria con una relación de causa y efecto.

Más allá de lo evidente: La influencia de causas indirectas en la causalidad

Frecuentemente, al intentar explicar la relación causal entre dos eventos, nos inclinamos por identificar causas inmediatas y evidentes, pasando por alto aquellas más lejanas o indirectas que podrían ser igualmente o más significativas.

Tomemos como caso de estudio la evolución de la criminalidad en Estados Unidos hacia finales de 1989. Durante los 15 años anteriores, el crimen violento había experimentado un incremento del 80%, y las proyecciones anticipaban un empeoramiento de la situación. Sin embargo, contra todo pronóstico, las estadísticas de criminalidad experimentaron una caída drástica a principios de los años 90.

Ante este cambio inesperado, los expertos propusieron diversas explicaciones, como la mejora económica, la implementación de políticas más estrictas de control de armas, innovaciones en las estrategias policiales, un incremento en el número de efectivos policiales y una mayor dependencia del sistema penitenciario.

A pesar de la aceptación y lógica aparente de estas explicaciones, análisis más detallados revelaron que estos factores tuvieron un impacto limitado en la reducción de la criminalidad. Sorprendentemente, el factor con mayor influencia en la disminución de la criminalidad no fue mencionado inicialmente: la legalización del aborto.

Crecer en un hogar monoparental y en condiciones de pobreza son dos de los principales factores que pueden predecir el comportamiento criminal futuro de un individuo. Estas circunstancias también son las más comunes entre quienes optan por un aborto. Así, cuando la sentencia de Roe v. Wade legalizó el aborto en todo el país en 1973, las mujeres en estas situaciones tuvieron la opción de interrumpir embarazos no deseados. Esto resultó en una reducción significativa de la población de potenciales criminales que habrían alcanzado la adolescencia en 1989 o años posteriores, contribuyendo de manera decisiva a la disminución de la criminalidad desde entonces.

Este caso subraya la importancia de considerar las causas menos obvias y más indirectas al analizar relaciones causales. Incluso los expertos pueden pasar por alto factores cruciales cuando se centran exclusivamente en las explicaciones más inmediatas y visibles.