La idea principal de El hilo dorado: Cómo los tejidos han cambiado la historia de la humanidad de Kassia St Clair es explorar la influencia significativa y a menudo subestimada que han tenido los textiles y las telas en la historia de la humanidad. El libro ofrece una aventura inolvidable a través de nuestro pasado, presente y futuro, destacando cómo los tejidos han sido una parte integral de la sociedad y la cultura a lo largo de los tiempos.
Kassia St Clair examina la historia de los textiles desde sus orígenes, como se evidencia en fibras encontradas en cuevas, pasando por las momias del Antiguo Egipto hasta las ropas de seda de los emperadores chinos. El libro también aborda la asociación duradera de los textiles con el «trabajo de las mujeres» y ofrece una historia social rica que refleja tanto los aspectos positivos como los más oscuros de la producción textil.
Principales ideas de El hilo dorado
- El lino en el Antiguo Egipto: Tejido de vida, muerte y espiritualidad
- La seda: Tesoro y herramienta de poder en la Antigua China
- La lana: Clave del dominio marítimo vikingo
- Vestimenta para la supervivencia: La expedición polar de Robert Falcon Scott
- Fibras sintéticas: Innovación con consecuencias ambientales y humanitarias
- Innovación textil en el Espacio: La contribución de Playtex a los trajes espaciales de la Misión Apollo 11
- Indumentaria deportiva de alta tecnología: Innovación y controversia en la competición
El lino en el Antiguo Egipto: Tejido de vida, muerte y espiritualidad
El lino no era solo un tejido común en el Antiguo Egipto; era un elemento esencial que impregnaba tanto la vida cotidiana como las prácticas funerarias de esta civilización. Gracias al clima árido de Egipto, que ha preservado excepcionalmente bien las evidencias históricas, se han descubierto textiles de lino que datan de hace siete mil años.
Este material textil, predominante en los hallazgos arqueológicos, especialmente en el sitio de Amarna donde el 85% de los restos de tejidos eran de lino, tenía un valor multifacético en la cultura egipcia. Económicamente, el lino funcionaba como una moneda de cambio y como un medio para acumular riqueza, siendo un activo valioso y comercializable que sostenía la economía del país.
En términos de manufactura, el lino se utilizaba ampliamente para confeccionar vendajes, envolturas y prendas de vestir. Su capacidad para conducir el calor lo convertía en un tejido ideal para el clima cálido de Egipto, proporcionando frescura y confort contra la piel.
Más allá de su utilidad práctica, el lino desempeñaba un papel crucial en el ámbito religioso. En los rituales sagrados, las estatuas de culto eran envueltas diariamente en lino por los sacerdotes, como parte de su adoración en los santuarios de los templos. Contrario a la creencia común de que la momificación era meramente una técnica de preservación para la otra vida, el lino era en realidad el elemento que confería a las momias su carácter sagrado y su significado espiritual.
El proceso de envoltura de las momias era un acto altamente ritualizado y secreto, llevado a cabo por sacerdotes conocidos como «maestros de secretos». Estos rituales se realizaban en salas especiales y requerían de una purificación previa, en la que los sacerdotes se afeitaban, lavaban y vestían con lino fresco.
La significación del ritual de envoltura se veía reforzada por la intención de los sacerdotes de alinear las capas de tejido en múltiplos de los números tres y cuatro, cifras con un estatus especial en la cultura egipcia. Amuletos y otros objetos de importancia se incluían entre las capas de tejido, añadiendo una dimensión adicional de protección y significado.
La elección del lino para el entierro era a menudo personal y premeditada, con individuos que coleccionaban lino durante su vida, prefiriendo aquellos textiles que tenían un valor sentimental o histórico. Un ejemplo notable es el lino que envolvía el cuerpo de Ramsés III, que identificaba a su tejedora como la hija de un sumo sacerdote, lo que subraya la dignidad y la importancia de la tela en el contexto funerario.
En resumen, el lino era mucho más que un simple material textil en el Antiguo Egipto; era un símbolo de estatus, un bien económico, un elemento esencial en la vestimenta y, sobre todo, un tejido imbuido de profundo significado espiritual y religioso. Su influencia se extendía más allá de la muerte, desempeñando un papel en la diplomacia y el arte, aspectos que continúan revelando la rica y compleja historia de este tejido venerado.
La seda: Tesoro y herramienta de poder en la Antigua China
En la antigua civilización china, la seda trascendía su mero valor como tejido para convertirse en un emblema de poder multifacético. Su relevancia económica era palpable, con una industria extensa que giraba en torno a su producción. Los complejos palaciegos albergaban talleres especializados en su manufactura, supervisados directamente por la aristocracia. La seda, por su valor, llegó a utilizarse como moneda de cambio, tal como lo evidencia una inscripción que relata el intercambio de un caballo y sedas de alta calidad por cinco esclavos.
Más allá de su uso económico, la seda servía como instrumento diplomático y militar. Durante los conflictos con las tribus Xiongnu en las estepas mongolas, China empleó la seda en un acuerdo diplomático en el año 198 a.C., estableciendo comercio y un intercambio de regalos. Este acto de diplomacia encubría una estrategia más profunda: hacer a los Xiongnu gradualmente dependientes de los lujos chinos, incluida la seda, para asegurar su sumisión económica y cultural a largo plazo.
La producción de seda en China se iniciaba con la recolección de capullos de gusanos de seda, un proceso rodeado de leyendas sobre su descubrimiento. Una de las más famosas narra cómo Xiling, esposa del Emperador Amarillo, halló un capullo en su té, que al disolverse reveló el precioso hilo de seda. Este relato subraya el papel histórico de las mujeres en la sericultura y cómo, desde entonces, la producción de seda se asoció con la feminidad y lo divino, personificado en la figura de Xiling, venerada como la deidad del gusano de seda hasta el siglo XIX.
La trascendencia cultural de la seda también se refleja en la historia de Sui Hui del siglo IV d.C., quien, movida por la separación de su esposo, creó el Star Gauge, un poema reversible bordado en seda que, dependiendo de cómo se lea, revela múltiples significados y hasta tres mil poemas distintos. Esta obra destaca la capacidad de la seda para entrelazar el arte, la emoción y la literatura.
La influencia de la seda no se limitó a las fronteras de China; su impacto se extendió por todo el mundo, influenciando desde la economía hasta el arte y la diplomacia. Este tejido no solo simbolizaba el refinamiento y la riqueza, sino que también era una herramienta de poder y un medio para forjar y mantener relaciones internacionales. La historia de la seda es, en esencia, un testimonio de la ingeniosidad humana y su capacidad para transformar recursos naturales en símbolos de cultura y poder.
La lana: Clave del dominio marítimo vikingo
La preeminencia marítima de los vikingos, conocidos tanto por sus incursiones como por su comercio, se fundamentó en una innovación notable: el uso de la lana en la fabricación de velas. Estos navegantes y constructores navales de renombre, cuyos drakkars se convirtieron en símbolos de poder y exploración, no solo se dedicaban a la guerra. Eran también comerciantes astutos que transportaban cargamentos significativos, incluidas pieles de animales, hacia y desde rincones distantes de Europa y hasta el Mar Negro, intercambiando bienes con culturas tan lejanas como la china y la persa.
La verdadera revolución en su capacidad de navegación y asentamiento, que les permitió colonizar lugares tan remotos como Islandia y Groenlandia e incluso llegar a América cinco siglos antes que Colón, fue el desarrollo y adopción de velas de lana. Aunque inicialmente se creía que la tecnología de las velas había surgido en Egipto, investigaciones recientes apuntan a Mesopotamia como su origen, con los vikingos adoptándolas mucho después, en el siglo VII. Esta adopción tardía no impidió que los vikingos experimentaran con materiales, optando finalmente por la lana en lugar del tradicional lino.
La elección de la lana, a pesar de sus propiedades de absorción de agua y secado lento, resultó ser excepcionalmente efectiva. La lana de las ovejas escandinavas, rica en lanolina, ofrecía resistencia al agua, un atributo crucial para la navegación. El proceso de fabricación de estas velas era intensivo y requería la colaboración de toda la comunidad durante meses. Desde la recolección de la lana hasta el tejido y el ensamblaje final de las velas, cada paso era meticulosamente ejecutado para producir velas que apenas permitían el paso del viento y que podían durar hasta medio siglo.
El tratamiento final de las velas, conocido como smörring, implicaba cepillarlas con una mezcla de agua, tierra y grasa animal, seguido de una aplicación de sebo caliente o alquitrán de abeto para sellar las juntas. Este proceso no solo mejoraba la impermeabilidad de las velas sino que también contribuía a su durabilidad.
La inversión de tiempo y recursos en la producción de estas velas de lana refleja la importancia que los vikingos otorgaban a la navegación y el comercio marítimo. Su capacidad para dominar los mares, explorar nuevos territorios y establecer rutas comerciales se basó en gran medida en esta innovación textil. La lana, un recurso aparentemente mundano, se convirtió en el secreto de su éxito, permitiéndoles dejar una huella indeleble en la historia marítima.
Vestimenta para la supervivencia: La expedición polar de Robert Falcon Scott
En 1912, el explorador británico Robert Falcon Scott y su equipo de la expedición Terra Nova se enfrentaron a las implacables condiciones del Antártico en su intento por ser los primeros en alcanzar el Polo Sur. A pesar de su experiencia y preparación, fueron superados por un equipo noruego y, trágicamente, perecieron durante el viaje de regreso, víctimas del extremo frío antártico.
La expedición de Scott destaca la importancia crítica de una vestimenta adecuada para la protección en condiciones de frío extremo. El cuerpo humano es vulnerable a temperaturas bajas, y una disminución en la temperatura corporal interna puede tener efectos devastadores, como la ralentización de la circulación en las extremidades, temblores involuntarios, hipotermia y congelaciones, todos síntomas que pueden ser fatales en entornos polares.
Scott era consciente de la necesidad de adaptarse al frío y experimentó con diferentes proporciones de grasas y carbohidratos en las dietas de su equipo, así como con variaciones en la vestimenta. Los miembros de la expedición llevaban trajes de gabardina Burberry, diseñados para resistir el viento y el agua. Sin embargo, la elección de las capas exteriores fue crucial: mientras que los noruegos optaron por parkas y pantalones de piel de reno o foca, aprendiendo de los inuits Netsilik y beneficiándose de la insulación adicional, el equipo británico confiaba en su propio esfuerzo físico, lo que los exponía al riesgo de sudoración y congelación.
La tragedia de la expedición Terra Nova podría haberse mitigado con el uso de aislantes más efectivos, como el plumón de pato y de ganso, conocidos por su capacidad para retener el calor. George Finch, un montañista australiano, había reconocido este hecho y se había confeccionado un traje de plumas de eider, pero fue ridiculizado por su apariencia poco convencional. La decisión de Scott de rechazar el plumón en favor de materiales más tradicionales pero menos eficientes fue, lamentablemente, un factor que contribuyó al fatal desenlace de la expedición.
Este episodio histórico subraya la importancia de la innovación y la selección cuidadosa de la vestimenta en la exploración polar, donde la supervivencia depende de la capacidad para mantener el calor en los desafíos más fríos de la naturaleza.
Fibras sintéticas: Innovación con consecuencias ambientales y humanitarias
Desde finales del siglo XIX, la ciencia ha permitido el desarrollo de tejidos a partir de celulosa, conocidos como seda artificial o imitación de seda. Este proceso transforma la pulpa de madera en viscosa mediante el uso de disulfuro de carbono (CS2), que luego se trata con ácido para formar filamentos de rayón. Este material, económico y prometedor, permitió la creación de mezclas de tela asequibles, impulsando una producción altamente mecanizada y dominada por grandes corporaciones multinacionales. Entre 1931 y 1936, la producción de rayón en América se incrementó en un 80%.
La demanda de prendas sintéticas económicas se evidenció con el éxito de las medias de nailon de DuPont en la década de 1930, vendiendo cuatro millones de pares en solo 48 horas tras su lanzamiento en 1940. Para 1970, las fibras sintéticas representaban el 58% de la fibra utilizada en los molinos textiles estadounidenses. Sin embargo, este éxito industrial ocultaba graves inconvenientes.
La fabricación de rayón exponía a los trabajadores a condiciones peligrosas y al venenoso CS2, causando daños irreversibles incluso con exposiciones limitadas. Durante la guerra, la situación empeoró, recurriendo a menudo al trabajo forzado. Agnès Humbert, historiadora de arte parisina, documentó en su diario los efectos devastadores de los químicos en la piel y la ropa de los trabajadores esclavos en una fábrica alemana, comparando las quemaduras causadas por la viscosa con las del fósforo.
Además, la producción de tejidos sintéticos tiene un impacto negativo en el medio ambiente. El poliéster, derivado del petróleo, libera microplásticos, y la producción de rayón contribuye a la deforestación masiva. A pesar de estos impactos, las fibras sintéticas dominan el 60% del mercado textil global, alimentando principalmente la industria de la moda rápida y desechable.
Este panorama resalta la necesidad de reconsiderar la producción y el consumo de fibras sintéticas, buscando alternativas más sostenibles y éticas que mitiguen su impacto en el medio ambiente y en la salud humana.
Innovación textil en el Espacio: La contribución de Playtex a los trajes espaciales de la Misión Apollo 11
El 21 de julio de 1969 marcó un hito histórico cuando Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la luna, un evento presenciado por el 15% de la población mundial. Sin embargo, detrás de este logro monumental, hubo un elemento crucial que recibió poca atención: el traje espacial de Armstrong. La protección contra las condiciones extremas del espacio, como el frío intenso y la atmósfera enrarecida, ha sido siempre una necesidad imperativa para los astronautas. Los trajes anti-g, desarrollados por el fabricante estadounidense de fajas David Clark, representaron los primeros pasos hacia la adaptación a estas condiciones, pero el desafío del espacio exterior requería soluciones aún más avanzadas.
Para la misión Apollo 11, la NASA necesitaba trajes espaciales superiores a cualquier cosa disponible hasta el momento. La solución llegó de un actor inesperado: la International Latex Company (ILC), más conocida como Playtex, una empresa especializada en ropa interior femenina. A pesar de las dudas iniciales de la NASA, debido a la disparidad cultural entre la rigurosidad científica de la agencia y el enfoque artesanal de ILC, la experiencia de Playtex en el moldeo de látex para sujetadores y fajas resultó ser excepcionalmente aplicable a la creación de trajes espaciales.
En el verano de 1965, ILC asumió la tarea de desarrollar los trajes para la misión Apollo 11. La producción, que se asemejaba más a la confección de fajas que a la manufactura tradicional de trajes espaciales, fue llevada a cabo por un equipo totalmente femenino de costureras, cortadoras de patrones y creadoras. Utilizando máquinas de coser Singer y patrones personalizados, crearon trajes compuestos por 4,000 piezas de tela diferentes y 21 capas de material, demostrando una precisión y dedicación extraordinarias. Un componente clave en la fabricación de estos trajes fue una malla especial, comúnmente utilizada en los sujetadores Playtex, que evitaba la expansión excesiva del caucho presurizado.
El enfoque de ILC, aunque en desacuerdo con la visión de la NASA de los trajes como productos de alta ingeniería, demostró ser superior a las alternativas. La agencia espacial se vio obligada a contratar a un equipo de ingenieros para traducir la experiencia práctica de ILC en documentos técnicos y especificaciones formales, un proceso que, aunque necesario, no disminuyó el valor intrínseco del conocimiento y habilidad de las costureras de ILC. Los trajes resultantes, que pesaban 56 libras y costaban entre $100,000 y $250,000 cada uno, no solo cumplieron sino que superaron las expectativas, permitiendo a los astronautas realizar su misión con seguridad y eficacia.
Este episodio destaca la importancia de la innovación textil en la exploración espacial y demuestra cómo el conocimiento y la experiencia en campos aparentemente no relacionados pueden contribuir significativamente al avance científico y tecnológico. La colaboración entre Playtex y la NASA en la misión Apollo 11 es un testimonio del empoderamiento a través de la innovación, marcando un capítulo fascinante en la historia de la exploración espacial.
Indumentaria deportiva de alta tecnología: Innovación y controversia en la competición
El progreso tecnológico en la indumentaria deportiva ha generado avances significativos en el rendimiento de los atletas, pero también ha suscitado debates sobre la equidad y la integridad de la competencia. Antes de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, Speedo lanzó el traje de baño LZR Racer, una prenda de cuerpo completo diseñada para minimizar la resistencia en el agua. Su tejido, una combinación de sintéticos suaves y repelentes al agua, y sus costuras unidas por soldadura ultrasónica, ofrecían una ventaja competitiva sin precedentes. Los nadadores que lo utilizaban establecieron 22 récords mundiales en dos meses, y en 2009 se batieron 147 nuevos récords.
La evolución de estos trajes no se detuvo ahí. La siguiente generación, completamente fabricada en poliuretano, mejoraba aún más la compresión del cuerpo y la flotabilidad, lo que generó preocupaciones sobre su justicia. Estos trajes, percibidos por algunos como una forma de dopaje tecnológico, no solo eran costosos y de acceso desigual, sino que también ofrecían ventajas desproporcionadas a ciertos atletas, especialmente aquellos con tejido más suave y flexible.
La controversia alcanzó su punto álgido cuando Paul Biedermann de Alemania, un nadador no clasificado entre los primeros, derrotó al renombrado Michael Phelps en el Campeonato Mundial de Acuáticos de 2009. La indignación fue tal que la FINA, el organismo rector de la natación implementó nuevas reglas que prohibían el uso de estos trajes tecnológicos.
A pesar de que los récords establecidos durante esta era se mantuvieron, para principios de 2018 solo quedaban 13. La búsqueda de mejorar el rendimiento de los nadadores continuó con otras innovaciones tecnológicas, como la nutrición deportiva y el diseño de piscinas. Speedo, aprendiendo de esta experiencia, desarrolló trajes completamente de licra con mayor compresión.
Este episodio en la historia del deporte ilustra cómo la tecnología textil ha sido un factor clave en la búsqueda humana por superar límites y destacar en el ámbito deportivo, pero también resalta la necesidad de equilibrar la innovación con la justicia y la integridad de la competición.