Brave New War de John Robb presenta una visión nueva y contracultural del futuro de las guerras y la seguridad nacional en un mundo globalizado y conectado. Robb argumenta que la forma en que las guerras se librarán en el futuro será diferente a las guerras del pasado, y que los ataques del 11 de septiembre fueron una muestra temprana de lo que podemos esperar en el futuro.
El libro analiza las nuevas formas de combate, incluyendo las «guerras de caja negra», donde las redes distribuidas y las tecnologías descentralizadas pueden ser utilizadas para atacar sistemas críticos a través de acciones como el sabotaje y la desinformación.
Hay otros libros, además de Brave New War, que comparten la idea fundamental que la guerra y la seguridad nacional están cambiando debido a las nuevas tecnologías y la globalización, son The Weaponisation of Everything de Mark Galeotti y Power to the People de Audrey Kurth Cronin.
Brave New War analiza cómo las guerras del futuro pueden ser diferentes a las del pasado, mientras que The Weaponisation of Everything y Power to the People se enfocan en la manera en la que las nuevas tecnologías y las redes distribuidas se utilizan para transformar los escenarios de combate.
Todos los libros tratan el tema de la seguridad nacional desde una perspectiva contracultural y ofrecen una nueva visión sobre cómo se librarán las guerras en el futuro.
Principales ideas de Brave New War
- Los Estados-nación grandes y con recursos ya no pueden dominar la guerra.
- Las nuevas tecnologías, como Internet, están debilitando el poder del Estado-nación.
- Las organizaciones criminales y terroristas están socavando deliberadamente el Estado-nación.
- Las guerrillas globales maximizan el daño que infligen al atacar los sistemas vitales de la sociedad.
- Al igual que los desarrolladores de software, las guerrillas globales desarrollan sus tácticas y armas a través de redes de código abierto.
- Internet ha proporcionado a la guerra una “larga cola”, permitiendo que incluso los pequeños grupos guerrilleros globales se conviertan en amenazas.
- Los enfoques tradicionales de la seguridad por parte de los Estados-nación son inflexibles e ineficaces.
- Para hacer frente a las amenazas del futuro, necesitamos descentralizar nuestros sistemas vitales.
Los Estados-nación grandes y con recursos ya no pueden dominar la guerra.
Durante los últimos cuatrocientos años, la mayoría de las guerras se han librado entre dos o más Estados-nación por el control de un área geográfica. En tales conflictos, los estados más grandes y con mayores capacidades militares tendían a prevalecer.
Pero con la llegada de las armas nucleares y la creciente interconexión global del mundo, los Estados más grandes ya no dominan la guerra de manera tan abrumadora.
Desde que se desarrollaron las armas nucleares a mediados del siglo XX, se ha vuelto cada vez más improbable que dos naciones desarrolladas entren en conflicto directo. Esto se debe a la doctrina de Destrucción Mutua Asegurada, según la cual ningún Estado con armas nucleares puede ser atacado sin que el atacante también quede devastado en cuestión de horas. Los grandes ejércitos se volvieron esencialmente inútiles a la sombra de estas armas.
En segundo lugar, los Estados-nación se han vuelto más interconectados a través del comercio, entre otras cosas, lo que significa que cualquier conflicto dañaría sus economías. Al mismo tiempo, organismos internacionales como la ONU trabajan para defender la paz negándose a legitimar la mayoría de los conflictos, disminuyendo aún más el valor de los grandes ejércitos.
Otro factor que disminuye la ventaja de los países con grandes ejércitos es la tendencia hacia las guerras por poderes, que no son libradas por los estados reales, sino por representantes como las guerrillas.
Tanto los Estados grandes como los pequeños han librado guerras por poderes cuando no podían enfrentarse directamente entre sí. Por ejemplo, Estados Unidos utilizó guerrillas para luchar contra la Unión Soviética en Afganistán, mientras que Irán y Siria utilizaron representantes terroristas de Hezbolá para bombardear un cuartel de los marines estadounidenses en el Líbano.
La guerra de guerrillas significa evitar grandes batallas en favor de ataques a pequeña escala que desgastan al enemigo gradualmente, anulando la ventaja de los grandes ejércitos, que pueden quedar desangrados de esta manera.
Durante el último medio siglo, la ventaja de los grandes Estados-nación en la guerra se ha ido erosionando gradualmente hasta el punto de que grandes ejércitos en teatros de operaciones, como Vietnam, Irak y Afganistán, han luchado intensamente contra las guerrillas.
Las nuevas tecnologías, como Internet, están debilitando el poder del Estado-nación.
Desde que el concepto se estableció por primera vez en el tratado de Westfalia en 1648, el Estado nación soberano ha sido la entidad más poderosa de la sociedad global. Los Estados han afirmado el control sobre sus economías, su seguridad, su población y sus comunicaciones, al tiempo que aplastan a posibles rivales por ese control, como las religiones, las lealtades tribales y los imperios.
Pero la aparición de nuevas tecnologías ha comenzado a erosionar el poder del Estado. El ejemplo más obvio de esto es Internet, donde las personas pueden compartir ideas abiertamente y comprar bienes y servicios desde casi cualquier parte del planeta. Esto significa que los estados ya no pueden controlar sus economías ni el acceso de sus ciudadanos a nuevas ideas.
La consecuencia de estas nuevas tecnologías es una disminución del poder de los Estados-nación.
Consideremos, por ejemplo, el ámbito de la seguridad: proteger a los ciudadanos de los ataques siempre ha sido una prioridad para los Estados-nación. Pero hoy en día, las nuevas tecnologías han dado lugar a redes terroristas e insurgentes sofisticadas y poderosas que son difíciles de descubrir y que tienen el potencial de infligir enormes daños. Para detener estas amenazas siempre presentes, el Estado necesitaría dedicar enormes cantidades de sus recursos a la seguridad: recursos que no tiene.
Para compensar esta brecha, el sector privado se encarga cada vez más de proporcionar servicios de seguridad, lo que se puede ver, por ejemplo, en el número de empresas de seguridad privadas contratadas en Irak y Afganistán para proteger a políticos y empresas.
La incapacidad de los Estados-nación para brindar seguridad a sus propios ciudadanos es una prueba clara de la erosión de su poder causada por las nuevas tecnologías.
Las organizaciones criminales y terroristas están socavando deliberadamente el Estado-nación.
El debilitamiento del poder y los problemas de seguridad del Estado-nación se pueden ver en su lucha constante por mantener a raya a los terroristas, los cárteles de la droga y las pandillas internacionales. Es probable que este fenómeno continúe.
En todo el mundo, es probable que varios grupos criminales sigan ganando poder. Estos grupos pueden tener muchas formas, incluidos terroristas e insurgentes, así como bandas internacionales que se dedican al tráfico de personas, productos falsificados, drogas, etc. Estos grupos se conocen como guerrillas globales.
Son capaces de prosperar gracias al enorme y creciente mercado negro global, que actualmente vale entre 1 y 3 billones de dólares y crece a un ritmo siete veces mayor que el de la economía legal. Esta expansión está impulsada por nuevas tecnologías como Internet, que facilita enormemente el comercio transfronterizo.
Aunque cada grupo guerrillero global tiene su propia agenda separada, ocasionalmente comparten un objetivo y pueden trabajar juntos.
Uno de los principales deseos de la gran mayoría de estos grupos es socavar el Estado.
En el pasado, este objetivo significaba asumir y reemplazar el poder estatal actual, pero ese ya no es el objetivo hoy. En cambio, las guerrillas globales quieren que el Estado fracase porque una infraestructura que no funciona les brinda una rica gama de oportunidades: los Estados débiles o fallidos proporcionan a los terroristas e insurgentes un flujo constante de partidarios desilusionados, y sus débiles instituciones y leyes públicas permiten que los criminales prosperen. .
A menudo, los grupos quieren destruir totalmente la entidad del Estado-nación. Esto se puede ver en el caso de Al Qaeda, que quiere destruir todos los Estados-nación de Oriente Medio y sustituirlos por un imperio islámico.
En todo el mundo, el Estado-nación está cada vez más bajo el ataque de guerrillas globales que pretenden vaciarlo.
En los siguientes apartados, descubrirá qué tácticas están utilizando las guerrillas globales en su batalla contra el Estado-nación y cuán exitosas son estas estrategias.
Las guerrillas globales maximizan el daño que infligen al atacar los sistemas vitales de la sociedad.
En 2004, los insurgentes iraquíes decidieron sabotear un oleoducto en su país. Después de una cuidadosa planificación, procedieron a abrir un agujero en él, creando un enorme derrame de petróleo. A las autoridades iraquíes les tomó una semana arreglar el oleoducto, momento en el cual el petróleo perdido le había costado a la atribulada economía iraquí más de 500 millones de dólares en ingresos por exportaciones. La misión les había costado a los insurgentes apenas mil dólares, por lo que su retorno efectivo de la inversión fue un asombroso múltiplo de 250.000.
Este es un excelente ejemplo de una táctica cada vez más utilizada por las guerrillas globales: la alteración de los sistemas. La disrupción de los sistemas implica apuntar deliberadamente a puntos clave en los procesos vitales para una sociedad. Esto no significa necesariamente petróleo, sino que también podrían aplicarse a áreas como el transporte, la electricidad y las redes de comunicación. En lugar de intentar maximizar las bajas, que era su táctica anterior, la alteración de los sistemas permite a los grupos infligir el mayor daño a los estados objetivo con el menor coste para ellos mismos.
Esta táctica es tan eficaz porque los estados dependen de sistemas interconectados. La red eléctrica, por ejemplo, está interconectada con muchos otros sistemas, como los de transporte y comunicaciones.
Estos sistemas interconectados son vulnerables al colapso porque hay un punto en todo el sistema que, si se destruye, derribará todo el sistema con él. Esto es lo que se conoce como systempunkt . Y una vez eliminado, desatará la llamada cascada de fracasos, una reacción en cadena que destruirá también a todos los demás puntos del sistema.
Esto quedó ilustrado por la operación de los insurgentes iraquíes: al perforar un solo agujero en el oleoducto, paralizaron toda la industria petrolera iraquí. Incluso operaciones tan pequeñas, si se dirigen cuidadosamente, pueden paralizar a estados enteros y socavar su credibilidad ante los ojos de sus ciudadanos.
Al igual que los desarrolladores de software, las guerrillas globales desarrollan sus tácticas y armas a través de redes de código abierto.
Durante la última década, el desarrollo de software se ha acelerado enormemente mediante el uso de redes de código abierto. En dichas redes, una persona o grupo puede desarrollar un software y luego compartirlo con otras personas para que también puedan trabajar para mejorarlo. Un ejemplo de esto es Apache, un servidor web dominante desarrollado por hordas de programadores que colaboran a través de redes de código abierto.
Al igual que los diseñadores de software, las guerrillas globales también utilizan cada vez más estas redes de código abierto para compartir y desarrollar sus tácticas. Esto se conoce como guerra de código abierto (OSW), donde se discuten abiertamente tácticas, objetivos, armas, etc. potenciales entre varios grupos, y cada grupo prueba, mejora y comparte ideas exitosas. Esto es posible gracias a Internet, donde las guerrillas globales de todo el mundo pueden compartir ideas y formular estrategias mutuas.
El surgimiento de OSW ha hecho que sea muy difícil detener a las guerrillas globales porque las redes pueden contener fácilmente a cientos de personas y están en constante evolución. En el pasado, los servicios de seguridad podían detener a las células terroristas infiltrándose en ellas o eliminando sus líderes, pero OSW significa que no hay un líder de grupo claro al que matar, y cualquier información obtenida a través de la infiltración rápidamente quedará obsoleta.
Por ejemplo, en 2006, las fuerzas estadounidenses mataron al líder insurgente iraquí Abu Musab al-Zarqawi y celebraron esta operación como un paso crucial para derrotar a la insurgencia. Pero debido a OSW, no fue así. Si bien Al-Zarqawi había sido un comandante importante en las primeras etapas de la insurgencia, en 2006 el grupo ya había avanzado y ya no necesitaba comandantes generales. Al-Zarqawi se había convertido en una mera figura decorativa y su muerte no detuvo nada.
Internet ha proporcionado a la guerra una “larga cola”, permitiendo que incluso los pequeños grupos guerrilleros globales se conviertan en amenazas.
Después de que las fuerzas de la coalición invadieron Irak y derrocaron al régimen de Saddam Hussein, se produjo una insurgencia contra las fuerzas ocupantes y el nuevo gobierno de Irak. Aunque las cifras oficiales sugerían que cada mes se mataba o capturaba entre uno y tres mil insurgentes, la insurgencia continuó. ¿Cómo podrían hacer esto con tales pérdidas?
Para comprender este fenómeno, primero es importante observar una analogía del ámbito de los negocios, donde la globalización e Internet han revolucionado la forma en que funcionan los mercados.
Por ejemplo, consideremos que una librería grande típica en Estados Unidos tiene alrededor de 130.000 títulos, mientras que una librería en línea global como Amazon tiene más de un millón. La diferencia tiene un efecto enorme, ya que Amazon genera más del 50 por ciento de sus ventas de libros a partir de títulos “nicho” fuera de los 130.000 que venden las librerías habituales.
Esto ilustra el hecho de que, debido a la globalización e Internet, los mercados ahora tienen colas largas , es decir, no son unos pocos productos dominantes los que capturan la mayor parte del mercado, sino numerosos productos menos dominantes que lo comparten.
También se pueden observar efectos similares de larga cola en la insurgencia y la guerra: en lugar de unos pocos grupos dominantes, hay muchos pequeños grupos y facciones que difunden su mensaje a través de Internet, buscan partidarios y comparten ideas. Entonces, en lugar de enfrentarse sólo a unos pocos grupos terroristas grandes y homogéneos, la sociedad ahora debe enfrentarse a innumerables grupos pequeños.
La insurgencia en Irak es un excelente ejemplo de esto. En el apogeo de la insurgencia, había al menos 75 grupos separados de insurgentes, cada uno de los cuales operaba basándose en sus propios ideales, por ejemplo, la lealtad a Saddam Hussein, o por creencias tribales o religiosas. Cada grupo ocupó su propio nicho, pero todos trabajaron hacia su objetivo común de luchar contra las fuerzas de la coalición.
Esta naturaleza fragmentada de los grupos explica por qué las fuerzas de la coalición seguían siendo atacadas por los insurgentes, sin importar cuán buenas parecieran las cifras. Siempre había más grupos insurgentes dispuestos a luchar aunque uno fuera derribado.
En los siguientes apartados, se explica qué debe hacer la sociedad para evitar que las guerrillas globales triunfen y destruyan nuestra forma de vida.
Los enfoques tradicionales de la seguridad por parte de los Estados-nación son inflexibles e ineficaces.
El Estado-nación ha proporcionado durante mucho tiempo seguridad a sus ciudadanos a través de organismos centralizados como el ejército, la policía y los servicios de seguridad. Hoy en día, sin embargo, este método es cada vez menos eficaz.
Esto se debe a que las amenazas que enfrentamos cambian constantemente y es difícil que nuestros sistemas de seguridad existentes se mantengan al día. Parece que siempre estamos un paso por detrás de las guerrillas globales, aprendiendo de ataques anteriores pero nunca anticipando los siguientes.
Este fenómeno es similar al concepto del cisne negro presentado por Nassim Nicholas Taleb: tenemos una tendencia a engañarnos haciéndonos creer que podemos predecir eventos enormes e inesperados y, por lo tanto, siempre quedamos completamente sorprendidos por eventos tan inherentemente impredecibles.
Por ejemplo, ninguna agencia del gobierno estadounidense estaba preparada para los ataques del 11 de septiembre y, si lo hubieran estado, los ataques se habrían detenido. Sin embargo, después, la gente empezó a sentir que los ataques eran predecibles y por eso se reforzaron las medidas de seguridad en los aeropuertos en un esfuerzo por prepararse para futuros ataques. Pero el próximo ataque probablemente no será como el 11 de septiembre porque, como hemos aprendido, la interrupción de los sistemas será una táctica más probable.
Frente a grupos guerrilleros globales flexibles y adaptables, las agencias de seguridad han comenzado a recurrir a tácticas altamente cuestionables e inviables. Algunas personas sienten que muchas naciones se están convirtiendo en estados policiales a medida que las agencias de seguridad refuerzan su control para combatir a las organizaciones terroristas y criminales.
Por ejemplo, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos analiza los datos personales de individuos, tanto a nivel nacional como internacional, mientras que se ha informado que sus otras agencias utilizan “técnicas de interrogatorio mejoradas” y tortura.
Semejantes tácticas legal y éticamente cuestionables no hacen nada para detener a los terroristas, pero sí dañan la legitimidad del Estado, especialmente en naciones como Estados Unidos que se enorgullecen de ser líderes morales.
Estos acontecimientos demuestran que ya no podemos depender del Estado para mantenernos seguros. Debemos buscar nuevas estrategias, especialmente en términos de mantener seguros nuestros sistemas sociales vitales.
Para hacer frente a las amenazas del futuro, necesitamos descentralizar nuestros sistemas vitales.
Como hemos visto, la sociedad actual es demasiado inflexible y está demasiado interconectada para hacer frente eficazmente a la amenaza de las guerrillas globales que pueden infligir daños masivos con poco coste para sí mismas.
Afortunadamente, existe un remedio: descentralizar nuestros sistemas vitales. Esto los haría más robustos ante un ataque.
Actualmente, no sabemos de dónde vendrá el próximo ataque y no podemos esperar proteger todos nuestros sistemas vitales de una interrupción del sistema. Sin embargo, si descentralizamos los sistemas, separándolos y haciéndolos más independientes, cualquier ataque será menos destructivo, ya que no podrá provocar una cascada de fallos.
El uso de plataformas es un ejemplo de cómo se puede lograr esto. Se trata de herramientas que permiten a muchas personas acceder bidireccionalmente a un sistema para que puedan actuar tanto como usuarios como productores del sistema. Internet es un excelente ejemplo de plataforma donde las personas pueden producir y cargar software, o descargar software creado por otros.
Echemos un vistazo a la red eléctrica, uno de los sistemas vitales de la sociedad. Este principio se puede aplicar, por ejemplo, permitiendo que todos los usuarios obtengan energía de su propia fuente, probablemente de paneles solares. El creciente número de productores haría que la red fuera mucho más sólida, ya que eliminar a un productor sólo tendría un impacto insignificante.
Este tipo de descentralización evitaría que los sistemas colapsen incluso si no tenemos idea de cuál será el objetivo del próximo ataque.