Actualmente hay un debate intenso sobre los méritos y los defectos del capitalismo global. Este debate conecta con un creciente apoyo a las propuestas de la izquierda progresista. Es importante encontrar las respuestas a este debate, desde una perspectiva equilibrada y bien informada.
El libro The Capitalist Manifesto: Why the Global Free Market Will Save the World de Johan Norberg ofrece una visión crítica y argumentada de estas propuestas de la izquierda progresista. El autor plantea que el capitalismo global no solo ha contribuido a incrementar la riqueza de la economía, sino que también ha reducido la exclusión social de los sectores más vulnerables. Argumenta que alejarse del capitalismo global no solo impediría el crecimiento económico, sino que también empeoraría la situación de la clase trabajadora y de las personas pobres.
En sus anteriores libros, Johan Norberg exploró varios temas importantes, incluyendo:
- Progreso: En ese libro, Norberg argumenta que la historia humana ha sido una historia de progreso y mejoras constantes, y que muchos de estos avances se deben al capitalismo y al libre mercado.
- Abierto: aquí analiza los beneficios de la globalización y de la apertura de los mercados, incluyendo la creación de riqueza y la reducción de la pobreza en todo el mundo.
En The Capitalist Manifesto Johan Norberg profundiza en los temas explorados en sus anteriores obras., añadiendo algunos de los elementos nuevos:
- Un análisis más profundo del impacto global del capitalismo y su capacidad para sacar a la gente de la pobreza y mejorar los estándares de vida.
- Una defensa del papel de los mercados libres y la globalización en el desarrollo de la innovación y el crecimiento económico.
- Un debate sobre los retos y oportunidades que representa el capitalismo ante la creciente desigualdad y las preocupaciones ambientales.
Principales ideas de The Capitalist Manifesto
- Progreso global y reducción de la pobreza después del decenio de 1990.
- Globalización y automatización en las economías modernas
- Liberar la prosperidad en un mundo desigual
- El complejo papel de las grandes empresas en los mercados modernos.
- Más allá del decrecimiento y la fatalidad.
- Desmentir el mito del aislamiento en una sociedad impulsada por la riqueza
Progreso global y reducción de la pobreza después del decenio de 1990
Existe una narrativa popular de que el capitalismo conduce al declive global. Sin embargo, la historia que se desarrolló en el mundo posterior a los años 1990 presenta un panorama diferente. Los acontecimientos de este período revelan una realidad en la que la pobreza está disminuyendo, la salud y la educación avanzan y las condiciones de vida en general están mejorando, especialmente en los países que han adoptado la liberalización económica.
En la década de 1990, se produjo un cambio significativo en la lucha global contra la pobreza extrema, con tasas que cayeron del 38 por ciento al 29 por ciento, y que se desplomaron aún más hasta alrededor del 10 por ciento en 2015. Esta notable disminución no se limita solo a las principales economías como China, lo que indica una tendencia mundial generalizada.
El capitalismo y la globalización han sido impulsores cruciales de este cambio. Regiones como Asia oriental, Asia meridional, América Latina y Oriente Medio han experimentado una reducción sustancial de la pobreza extrema, superando incluso la era de auge de la posguerra en Europa occidental.
Los avances tecnológicos han influido significativamente en las mejoras en salud y educación. La mayor asequibilidad y accesibilidad de la tecnología, junto con un mayor poder adquisitivo local, han dado lugar a reducciones notables en las tasas de mortalidad infantil y materna. Además, la esperanza de vida mundial ha experimentado un aumento considerable.
Históricamente, las economías abiertas han allanado el camino para el crecimiento y la prosperidad. Miremos a África, donde países como Botswana y Mauricio adoptaron el liberalismo económico y experimentaron avances significativos. Esto subraya el potencial de desarrollo bajo políticas económicas propicias.
El papel de la libertad económica en los resultados sociales es claro. Los países con mercados más libres cuentan con un PIB per cápita más alto y una esperanza de vida más larga. Esta libertad económica ha catalizado la transferencia de tecnología a través de las cadenas de suministro globales, permitiendo a los países más pobres progresar rápidamente.
Sin embargo, la narrativa no está exenta de advertencias. El ascenso del populismo en Venezuela y Sudáfrica demuestra el potencial de la mala gestión económica para deshacer el progreso, destacando la necesidad de una gobernanza equilibrada para garantizar un crecimiento sostenible.
Esta perspectiva del mundo desde la década de 1990 pinta un cuadro más matizado del papel del capitalismo. Lejos de ser una fuerza para el declive global, el capitalismo y la globalización han sido fundamentales para sacar a miles de millones de personas de la pobreza y mejorar los niveles de vida en todo el mundo. Esta visión desafía la perspectiva pesimista sobre las condiciones económicas globales y ofrece un mensaje de esperanza basado en logros tangibles.
Globalización y automatización en las economías modernas
Dada la naturaleza cambiante de la fuerza laboral, es importante examinar el papel de la globalización y la automatización en las economías occidentales. La disminución de los empleos manufactureros tradicionales, a menudo atribuida a estas fuerzas, no es sólo un fenómeno occidental sino global, que indica progreso económico más que decadencia.
La reducción de los empleos en el sector manufacturero se debe principalmente a una mayor automatización, que representa el 87 por ciento de las pérdidas de empleos. Este cambio ha llevado a una mayor productividad en la fabricación, lo que requiere menos trabajadores humanos. Sin embargo, la automatización no ha resultado en una pérdida neta de empleos, sino que los ha transformado. La fuerza laboral ha pasado de tareas manuales y repetitivas a roles que complementan los de las máquinas. Al mismo tiempo, ha habido un aumento en el empleo en el sector de servicios, lo que indica un cambio en los patrones laborales.
Curiosamente, a pesar de la disminución de las funciones manufactureras, la producción industrial no ha disminuido. De hecho, ha aumentado, lo que indica un aumento de la productividad. A medida que la automatización hace que la producción de bienes sea más barata, el gasto de los consumidores se ha desplazado de bienes a servicios, lo que refleja cambios en los patrones de consumo.
Contrariamente a la creencia popular, la satisfacción laboral en Estados Unidos ha aumentado en las últimas décadas. El mercado laboral ha experimentado una movilidad significativa, y con el tiempo muchas personas han pasado a empleos mejor remunerados. Este cambio desmiente la narrativa común de la pérdida de empleos y el estancamiento salarial, que a menudo pasa por alto estas mejoras económicas más amplias.
El impacto de la globalización tiene matices. Si bien ha provocado algunas pérdidas de empleos, también ha creado nuevos empleos, a menudo mejor remunerados, y ha estimulado la innovación tecnológica. Por ejemplo, la competencia china ha impulsado mejoras tecnológicas en las economías occidentales, lo que ha provocado un cambio en los tipos de empleos disponibles. Además, la globalización ha beneficiado enormemente a los consumidores, especialmente aquellos de hogares de ingresos bajos y medios, al reducir el costo de los bienes.
Entonces, ¿cuál es la lección aquí? Si bien es innegable que la globalización y la automatización han transformado el mercado laboral, no han resultado en una pérdida neta de empleo o calidad de vida. Más bien, estas fuerzas han generado oportunidades de empleo diferentes, a menudo mejores, mayores beneficios para los consumidores y crecimiento económico general. El paso de empleos manufactureros a empleos orientados a los servicios, y el aumento de la satisfacción laboral y la movilidad laboral, subrayan la naturaleza dinámica de las economías modernas frente a los cambios globales y tecnológicos.
Liberar la prosperidad en un mundo desigual
Hoy en día, la simple mención del llamado “uno por ciento” suele generar controversia. Pero ¿cuáles son las raíces de esta riqueza? Existe un argumento convincente de que esta concentración de riqueza no es inherentemente perjudicial, sino más bien el resultado de la innovación y el espíritu empresarial, fenómenos que benefician ampliamente a la sociedad.
El capitalismo, con todas sus imperfecciones, crea inherentemente disparidades en la distribución de la riqueza. Sin embargo, esto no se traduce automáticamente en daño social. Es importante reconocer el valor más allá del trabajo manual. Los empresarios, los héroes a menudo anónimos del progreso económico, desempeñan un papel fundamental. No son meros acumuladores de riqueza, sino catalizadores que organizan recursos, asumen riesgos y fomentan la innovación. Su contribución no consiste sólo en crear empleos sino en transformar comunidades y sectores enteros.
Estos empresarios se quedan sólo con una fracción del valor que crean para la sociedad. En esencia, su riqueza es una pequeña porción de un pastel mucho más grande que ayudan a hornear para la comunidad, lo que se manifiesta en un mayor poder de consumo y avances tecnológicos.
Las críticas populares, como las ofrecidas por Thomas Piketty, argumentan en contra de la acumulación de riqueza por parte de unos pocos. Sin embargo, el análisis de Piketty pasa por alto dinámicas clave de creación y distribución de riqueza, en particular las contribuciones empresariales que impulsan el progreso social.
Compare el nivel de vida de los antepasados con el de los ricos de hoy. Es fácil ver que muchos lujos de los súper ricos ahora son ampliamente accesibles. Esta democratización de bienes y servicios se debe en gran medida a empresarios como Bill Gates y Jeff Bezos.
Es importante reconocer el lado más oscuro de esto, en forma de capitalismo de amigos. Aquí es donde los negocios y la política se entrelazan de manera enfermiza, generando distorsiones en el mercado. Esto debe abordarse mediante una reforma hacia un verdadero sistema de pérdidas y ganancias en el capitalismo, desprovisto de rescates y subsidios gubernamentales. También hay un aumento perjudicial de las “empresas zombis”, sostenido por bajas tasas de interés e intervenciones gubernamentales, que obstaculizan la productividad económica.
En conclusión, si bien se reconocen este tipo de desafíos, es posible argumentar que la acumulación de riqueza por parte del uno por ciento superior, cuando surge de un espíritu empresarial y una innovación genuinos, no sólo es defendible sino crucial para el avance de la sociedad. Por lo tanto, la atención debería pasar de vilipendiar la riqueza a fomentar un entorno en el que se recompense la innovación y la asunción de riesgos, lo que generaría beneficios sociales más amplios.
El complejo papel de las grandes empresas en los mercados modernos
En el panorama del capitalismo moderno, el dominio de las grandes corporaciones, especialmente en el sector tecnológico, genera un debate crucial: ¿están estos gigantes sofocando la competencia y la innovación, o están impulsando el progreso y las opciones de los consumidores? Si bien existe una percepción común de que las grandes empresas son fuerzas monopolísticas, un análisis más profundo revela una historia diferente.
Las grandes empresas suelen liderar el camino en innovación, ofreciendo frecuentemente precios más bajos y salarios más altos. Ejemplos notables incluyen IKEA y Walmart, cuya eficiente producción y logística les permiten vender productos a precios competitivos. Curiosamente, si bien la concentración del mercado puede estar aumentando a nivel nacional, disminuye a nivel local y regional, lo que se traduce en más opciones y competencia para los consumidores.
Gigantes tecnológicos como Google, Amazon, Facebook y Apple personifican esta dinámica. Inicialmente, revolucionaron el mercado con servicios superiores. Sin embargo, su trayectoria está marcada tanto por éxitos espectaculares como por fracasos notables, lo que subraya el incesante desafío de la innovación. Al final, su dominio no es simplemente producto del tamaño sino de su capacidad para ofrecer continuamente mejores servicios y productos.
¿Y qué papel juegan las regulaciones en el mundo empresarial? Contrariamente a su propósito previsto, las regulaciones a veces pueden fortalecer a las grandes empresas al crear barreras para las nuevas empresas. Este fenómeno es evidente en sectores donde una mayor regulación va acompañada de una mayor concentración del mercado.
El papel de los datos en este panorama a menudo se malinterpreta, y los temores a la privacidad y la recopilación de datos desempeñan un papel importante en las conversaciones en torno a las grandes empresas tecnológicas. Como la arena, los datos son abundantes y no tienen valor inherente. Su refinamiento y análisis crean valor y exigen importantes inversiones e innovación. Esta realidad desafía la noción de acumulación de datos como camino hacia una posición inexpugnable en el mercado.
A pesar de las críticas en torno a la privacidad y la moderación de contenidos, las plataformas tecnológicas han revolucionado el acceso a la información y la comunicación, creando un valor global significativo. Sin embargo, su dominio no está garantizado. La industria tecnológica se caracteriza por una evolución constante, con nuevas tecnologías y plataformas de nicho surgiendo continuamente.
Al final, la narrativa de las grandes empresas tecnológicas y los grandes negocios como monopolios indiscutibles no da en el blanco. El mercado es un ámbito dinámico donde incluso los actores más dominantes enfrentan continuos desafíos y competencia. La historia muestra que la posición de ninguna empresa es jamás segura, y enfatiza que la innovación y la adaptabilidad son claves para el éxito sostenido en el juego en constante evolución del capitalismo.
Más allá del decrecimiento y la fatalidad
Ante los desafíos del cambio climático, como el aumento de las temperaturas, el nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos, la idea del “decrecimiento” como solución parece cada vez más relevante. Sin embargo, experiencias como la pandemia de COVID-19 han ilustrado que la mera reducción de actividades como los viajes y la producción tiene solo un efecto marginal en las emisiones de carbono, al tiempo que afecta significativamente a las economías y los medios de vida. Esto sugiere que la respuesta a los problemas ambientales tal vez no sea detener el progreso, sino más bien redirigirlo hacia un crecimiento sostenible.
En las últimas décadas, a medida que la amenaza del cambio climático se ha vuelto más evidente, se han logrado avances en la gestión de la degradación ambiental. Los países desarrollados, utilizando su crecimiento económico, han logrado disminuir el consumo de recursos naturales en relación con su PIB. Esto no se limita al uso de recursos; Entre los éxitos importantes de la política ambiental se incluyen la eliminación de sustancias nocivas como los freones, la reducción de contaminantes y los esfuerzos de reforestación.
La prosperidad económica es un factor crítico en este cambio ambiental. Con el crecimiento, las preferencias evolucionan hacia la protección del medio ambiente, fomentando inversiones en tecnologías más ecológicas. Por ejemplo, las naciones más ricas han implementado una gestión más eficaz de los desechos plásticos, reduciendo significativamente la contaminación en comparación con los países menos ricos.
Las fortalezas de las economías capitalistas, marcadas por la competencia y la innovación, son fundamentales para promover la eficiencia de los recursos y el desarrollo de tecnologías verdes. Las soluciones impulsadas por el mercado, como los impuestos al carbono, fomentan la reducción de emisiones y el avance de alternativas sostenibles.
Abordar la crisis climática requiere una estrategia integral. Las innovaciones tecnológicas ya están contribuyendo a la reducción de la intensidad energética en las economías. Las fuentes de energía renovables como la energía solar son cada vez más rentables. El comercio global es crucial para difundir tecnología verde y ofrecer soluciones vitales a los países menos desarrollados.
Sin embargo, centrarse excesivamente en iniciativas verdes inmediatas puede resultar paradójico. Restringir la extracción y el procesamiento de materiales vitales para tecnologías verdes, como el litio y el cobre, puede impedir los objetivos ambientales a largo plazo. Es necesario un enfoque equilibrado, que permita desarrollos esenciales para un futuro sostenible y al mismo tiempo gestione los impactos ambientales actuales.
Parece que el camino hacia un futuro sostenible no pasa por la reducción sino por el crecimiento inteligente. Aprovechar la prosperidad, la innovación y los mecanismos de mercado eficaces puede convertir los desafíos ambientales de hoy en las soluciones sostenibles del mañana. La verdadera cuestión no es cómo elegir entre crecimiento económico y protección ambiental, sino más bien cómo utilizar uno para mejorar el otro.
Desmentir el mito del aislamiento en una sociedad impulsada por la riqueza
A menudo se critica al capitalismo por anteponer los logros individuales a los valores comunitarios. Pero considere esto: ¿el impulso por la riqueza y la libertad personales crea inherentemente una sociedad desconectada e infeliz? Este debate se centra en el impacto del capitalismo y el individualismo en nuestro bienestar colectivo.
Los críticos argumentan que el capitalismo genera soledad, enfermedades mentales y materialismo, lo que disminuye la comunidad y la bondad. Pensadores influyentes como Patrick Deneen, George Monbiot y Noreena Hertz sugieren que el capitalismo promueve el aislamiento y la competencia, debilitando los lazos sociales. Sin embargo, esta visión pasa por alto un aspecto clave del liberalismo clásico: su reconocimiento de nuestra naturaleza social y la importancia de las relaciones personales y comunitarias.
Contrariamente a la noción de aislamiento, el liberalismo y el capitalismo históricamente permitieron a los individuos escapar de colectivos opresivos y formar comunidades y relaciones significativas. Permite y fomenta la elección en los esfuerzos personales y colectivos, respetando las diferencias individuales.
La llamada “epidemia de soledad” en las sociedades capitalistas es una mala interpretación de los datos. El aumento de hogares unipersonales no se correlaciona con la soledad o las enfermedades mentales. Los estudios no muestran un aumento significativo de estos problemas dentro de las sociedades capitalistas; La soledad a menudo disminuye con la edad y el desarrollo social.
Las sociedades capitalistas demuestran niveles más altos de generosidad, cooperación y justicia, desafiando la visión de que el capitalismo fomenta el egoísmo. Las transacciones de mercado fomentan el beneficio mutuo y la justicia, lo que influye en comportamientos sociales más amplios.
El vínculo entre felicidad y capitalismo es complejo. La investigación contradice la creencia común de que la riqueza no conduce a la felicidad. Un PIB y un ingreso personal más elevados están relacionados con una mayor satisfacción con la vida. Las personas en sociedades capitalistas ricas y libres reportan un mayor bienestar, oponiéndose a la idea de que la redistribución del gobierno y la igualdad de ingresos son cruciales para la felicidad.
El capitalismo no corrompe inherentemente la naturaleza humana ni eclipsa la empatía y la solidaridad. Las sociedades capitalistas suelen mostrar menos materialismo con el tiempo, centrándose más en aspectos de la vida no materiales.
Las sociedades capitalistas ofrecen diversas vías para el desarrollo de la identidad y la autoexpresión. La gama de opciones del consumidor permite una mayor satisfacción y expresión personal. La libertad económica en estas sociedades permite a las personas alinear el trabajo, las relaciones y el consumo con sus preferencias y necesidades. Durante los últimos 150 años, el tiempo de trabajo promedio ha disminuido significativamente, lo que permite más tiempo para actividades personales y bienestar. A fin de cuentas, el capitalismo y la libertad individual, contrariamente a lo que afirman los críticos, no conducen a la decadencia social ni a la infelicidad personal. Ofrecen un marco para la realización personal diversa, la conexión social y el bienestar general, desafiando el mito de que el progreso económico sacrifica la conexión y la felicidad humanas.
Foto de Tima Miroshnichenko