Hace unos días escribía sobre Aprendizaje en la gestión de influenciadores voluntarios. Entre los diez puntos sugeridos, había uno especialmente delicado: el de la recompensa de los voluntarios. El debate quizás podría centrarse en si son mejores las gratificaciones externas o la satisfacción inherente o intrínseca a la misma.
Para centrar la cuestión quizás habría que distinguir a aquellos individuos más proclives a la ‘actitud i’ (motivación intrínseca) versus a los individuos con ‘actitud e’ (motivación extrínseca). Los expertos afirman que los de ‘actitud i’, son personas que suelen conseguir más cosas que los buscadores de recompensas o ‘actitud e’. Las organizaciones tienen que tener muy en cuenta cada uno de los perfiles, ya que las recompensas externas pueden producir resultados a corto plazo, pero serán difíciles de mantener en el tiempo. En cambio las recompensas intrínsecas producen éxitos más a largo plazo.
Por tanto, partimos que la base que la ‘recompensa’ principal es la motivación. Es decir, la motivación interna (del voluntario) como motor de su participación e involucración en el proyecto. Pero hay más. Como defiende Daniel Pink (‘La sorprendente verdad sobre qué motiva’), las claves para desarrollar la motivación interna no suceden casualmente, hay que gestionarlas con extrema delicadeza y son:
Tener autonomía: el deseo de dirigirse uno mismo, de contribuir decisivamente. La autonomía tiene que ver con lo que hacen, cuándo lo hacen, con quién lo hacen y cómo lo hacen.
El dominio: llegar a dominar una disciplina por la que tenemos vocación. Decía Pink que en “nuestras aulas y en nuestros despachos vemos demasiada obediencia y demasiado poco compromiso. Lo primero te puede ayudar a superar el día, pero solo lo segundo te ayudará a superar la noche”.
Propósito: la misión la visión y los valores del proyecto. La finalidad o el anhelo de hacer lo que hacemos más allá de nosotros mismos. Durante mucho tiempo las empresas han considerado la ‘finalidad’ como algo ornamental, un accesorio bello, siempre y cuando no se interpusiera al logro de beneficios. Este cambio que busca acompasarla optimización de beneficios con la optimización de finalidades tiene un potencial excepcional. Dentro de las organizaciones esta ‘finalidad’ se expresa de tres maneras: en metas (que utilizan el beneficio para alcanzar la finalidad), en palabras (que enfatizan algo más que el interés personal), y en políticas (que permiten a la gene perseguir la finalidad en sus propios términos)
En organizaciones de voluntarios, no deberíamos aspirar a la mediocridad de la masa, ni a reunir a un grupo de caza-recompensas. Debemos buscar personas con ‘actitud i’ y no gastar energía intentándola motivar porque es una gran pérdida de tiempo. Si tienes la gente adecuada, estará automotivada. Lo que de verdad debes preguntarte entonces es ¿cómo diriges de manera que no acabes desmotivando a esas personas?