La idea principal de AI 2041: Ten Visions for Our Future de Kai-Fu Lee y Chen Qiufan es explorar cómo la inteligencia artificial (IA) transformará el mundo en los próximos 20 años, a través de una combinación única de ficción especulativa y análisis experto. El libro presenta diez historias de ficción ambientadas en el año 2041, cada una en una ubicación global diferente, que ilustran posibles futuros modelados por el desarrollo avanzado de la IA en diversos aspectos de la vida humana, como el trabajo, la educación, la política, el entretenimiento, la salud, y la economía.
Cada relato de ficción es seguido por un ensayo de Kai-Fu Lee, donde desglosa la ciencia detrás de la ficción, explicando las tecnologías de IA presentadas en la historia, su factibilidad, y cómo podrían evolucionar en las próximas dos décadas. Lee también reflexiona sobre las implicaciones sociales, económicas y éticas de estos desarrollos tecnológicos, ofreciendo una visión equilibrada que reconoce tanto el potencial transformador de la IA para el bien como los riesgos y desafíos que presenta.
AI 2041: Ten Visions for Our Future busca no solo informar y educar sobre el potencial de la IA, sino también provocar una reflexión crítica sobre cómo podemos guiar su desarrollo de manera que maximice los beneficios para la sociedad y minimice los riesgos.
Principales ideas de AI 2041: Ten Visions for Our Future
- La inteligencia artificial puede ayudarte a optimizar tu vida, pero también puede convertir tus datos en armas.
- Para el 2041, los deepfakes serán tan convincentes que será casi imposible detectar fraudes.
- Los compañeros de IA transformarán el aprendizaje de maneras innovadoras.
- La IA revolucionará la atención sanitaria para la generación COVID
- La realidad mixta está a punto de borrar los límites entre lo real y lo imaginario.
- Los vehículos autónomos: una promesa de cambio en el transporte que enfrenta retos tecnológicos.
- Las armas autónomas: una amenaza latente para la humanidad.
- La automatización desencadena una crisis laboral sin precedentes.
- La IA y el límite de la felicidad.
La inteligencia artificial puede ayudarte a optimizar tu vida, pero también puede convertir tus datos en armas.
En Mumbai, en 2041, la familia de Nayana redujo dramáticamente sus primas de seguro al inscribirse en una nueva compañía llamada Seguros Ganesh. El truco? Tenían que aceptar compartir todos sus datos personales con la compañía.
Ganesh instruyó a la familia a usar un conjunto específico de aplicaciones para todo, desde invertir hasta encontrar las mejores ofertas en el supermercado, y en las siguientes semanas, sus teléfonos no dejaron de sonar con recomendaciones. Las aplicaciones les decían cuándo beber agua, instruían a su abuelo a conducir más despacio y fastidiaban tanto a su papá sobre su tabaquismo que eventualmente dejó de fumar. Con cada decisión saludable que tomaban, sus primas de seguro caían. Parecía ser un ganar-ganar para todos.
Pero cuando Nayana se enamoró de un hombre que vivía en un barrio menos adinerado, las primas de la familia se dispararon. De alguna manera, la IA había inferido que él era de un estatus social diferente e interpretó eso como un riesgo para la salud de la familia.
La historia de Nayana proporciona una inquietante visión de cómo la IA puede reproducir la discriminación ya presente en la sociedad. Uno de los desarrollos de IA más significativos en la última década ha sido el aprendizaje profundo. El aprendizaje profundo permite a las computadoras hacer predicciones, clasificar datos y reconocer patrones.
El aprendizaje profundo puede tener enormes beneficios. La IA puede analizar millones de puntos de datos y hacer conexiones que escaparían a la mente humana. Pero la IA carece del matiz y la complejidad del pensamiento humano. No puede basarse en la experiencia personal, conceptos abstractos o el sentido común.
Y la IA es vulnerable al sesgo y la discriminación. En la historia de Nayana, la aplicación no sabía que el interés amoroso era de una «casta» diferente y que el emparejamiento sería visto como socialmente indeseable. Pero al analizar los datos de su familia y rastrear dónde vivía, aún sugería que el emparejamiento sería una «amenaza» para la salud de la familia. El aprendizaje profundo solo se volverá más prevalente y poderoso en los próximos años. La pregunta de cómo hacerlo beneficioso para la sociedad en su conjunto será una de nuestras preocupaciones más urgentes en el futuro cercano.
Para el 2041, los deepfakes serán tan convincentes que será casi imposible detectar fraudes.
Amaka estaba asustado. Una empresa sombría llamada Ljele le pidió que usara sus habilidades como programador experto para crear un video deepfake para ellos. Tenía que hacer un video de un político nigeriano prominente admitiendo un comportamiento escandaloso. Si Amaka se negaba a hacerlo, la empresa dijo que lanzaría un video falso propio, mostrando a Amaka besando a otro hombre en un club nocturno. Esto podría enviarlo a la cárcel y causar aún más problemas entre él y su familia.
En 2018, un video del ex presidente Obama llamando al presidente Trump un «total idiota» se volvió viral en línea, causando un alboroto. ¿La trampa? No era real, era un deepfake creado por Buzzfeed para mostrar lo que era posible con la tecnología de IA, y para advertir a las personas que fueran escépticas de lo que ven.
Para desarrollar la tecnología para hacer deepfakes, los desarrolladores primero necesitaban enseñar a las computadoras a procesar y dar sentido a las imágenes. Así que tomaron inspiración del cerebro humano, que tiene una corteza visual que recopila información sobre una imagen antes de enviarla a la neocorteza, que procesa esa información y luego asigna un significado más complejo a lo que se ve. Usando este modelo, los diseñadores crearon una red neuronal convolucional, o CNN.
Para crear deepfakes, necesitas un tipo específico de tecnología llamada Red Adversarial Generativa, o GAN, que consta de dos CNN. Uno de estos es un «falsificador», que analiza decenas de millones de píxeles en cada imagen que ve, seleccionando las características únicas de cada imagen. Si el falsificador ha analizado imágenes de, digamos, perros, entonces puede sintetizar una imagen falsa de perro. Envía esto a la segunda CNN en la red, que es una especie de «detective». Prueba la imagen falsa contra las reales e informa al falsificador de cualquier error. El falsificador luego usa esa retroalimentación para mejorar la imagen y la envía de regreso al detective. Este ciclo se repite millones de veces, hasta que el perro falso es indistinguible de uno real. Y este proceso se puede utilizar para crear videos deepfake muy convincentes, así como imágenes.
Esto puede tener consecuencias peligrosas, por supuesto. Como destaca la historia de Amaka, los deepfakes pueden ser empleados como armas políticas, desacreditando candidatos o propagando propaganda. También pueden ser utilizados para intimidar o chantajear a las personas. En el mundo real, en 2019, una oleada de deepfakes pornográficos con caras de celebridades inundó los sitios pornográficos.
Para contrarrestar los deepfakes, los programadores han estado compitiendo para crear software que pueda detectar anomalías que el ojo humano no puede ver. Pero los deepfakes están evolucionando tan rápido como ellos.
Los compañeros de IA transformarán el aprendizaje de maneras innovadoras.
Tras perder a sus padres en un accidente, Golden Sparrow fue acogido por un orfanato donde le crearon un amigo especial, Atoman, inspirado en su superhéroe favorito. Para interactuar con Atoman, Golden Sparrow usaba unas gafas de realidad virtual. Atoman, accediendo a la nube de datos de Golden Sparrow y monitoreando su estado mediante una cinta biométrica, se convirtió en su inseparable amigo, asistiéndolo en tareas y aventuras, y siendo un constante compañero de conversación.
Este relato subraya cómo los compañeros de IA revolucionarán el aprendizaje. Aunque la mayoría no cuenta con un asistente virtual como Atoman, muchos ya interactúan con ayudantes de IA en tareas cotidianas. La capacidad de las computadoras para comunicarse ha evolucionado significativamente, especialmente tras la invención del «transformador» por Google en 2017, que, al analizar millones de páginas de texto, puede predecir respuestas sin intervención humana. OpenAI ha ido más allá, creando una máquina capaz de imitar cualquier estilo de escritura.
Estos avances prometen transformar la educación. Los «profesores» de IA personalizados podrían ofrecer atención individualizada que complementaría la enseñanza tradicional, aliviando a los docentes de tareas repetitivas. Sin embargo, los profesores humanos seguirán siendo cruciales para el desarrollo de habilidades emocionales, creativas y sociales, áreas donde los compañeros de IA no pueden competir.
La IA revolucionará la atención sanitaria para la generación COVID
La inteligencia artificial (IA) está destinada a transformar radicalmente la atención sanitaria para aquellos nacidos en la sombra de la pandemia de COVID-19, conocidos como la generación COVID.
Chen Nan pertenece a esta generación, marcada por el impacto global del COVID-19. Para ella, el temor a enfermar es una constante; el virus regresa anualmente, obligando a todos a portar una membrana biosensora en la muñeca que monitorea su salud en tiempo real. La pérdida de sus abuelos durante el primer brote ha dejado en Nan una huella indeleble, confinándola a una vida de aislamiento en su apartamento, donde robots de entrega y asistentes domésticos automatizados se encargan de sus necesidades básicas. A pesar de trabajar en línea y contar con todas las comodidades, Nan enfrenta el desafío del aislamiento: ¿cómo forjar relaciones o encontrar el amor en tal reclusión?
La experiencia de Chen Nan ofrece una visión especulativa pero plausible de los efectos duraderos de la COVID-19 en nuestras vidas. Los avances en IA no solo serán clave para combatir el virus, sino también para adaptar nuestros comportamientos y minimizar el riesgo de infección.
Actualmente, ya es común utilizar smartphones para evaluar el riesgo de contagio, y numerosos países han implementado aplicaciones que alertan sobre la proximidad de personas infectadas. Estas tecnologías se volverán aún más integradas en nuestra vida cotidiana, generando debates sobre el equilibrio entre privacidad y seguridad. Las pruebas de vacunación a través de códigos QR son solo el principio; en el futuro, las membranas biosensoras podrían proporcionar un monitoreo constante de nuestra salud y el estado de nuestras vacunas. Además, la digitalización de los registros médicos facilitará diagnósticos y tratamientos más precisos, acelerando el desarrollo de nuevas vacunas.
La pandemia también podría dejar secuelas en nuestra salud mental y hábitos sociales. Aunque no todos opten por el aislamiento total como Nan, la precaución ha modificado nuestras interacciones sociales. La IA, a través de tecnologías como los robots de entrega, facilitará estos cambios de comportamiento. Sin embargo, la tecnología aún no puede replicar la experiencia del amor y la conexión humana. Personas como Chen Nan, anhelantes de interacción directa, eventualmente deberán encontrar la manera de reintegrarse al mundo exterior.
La realidad mixta está a punto de borrar los límites entre lo real y lo imaginario.
En una atmósfera envuelta en penumbras, iluminada únicamente por velas titilantes y adornada con pétalos de rosa, Aiko experimentó una mezcla de emoción y temor. La sesión espiritista comenzó bajo la guía de una anciana médium. De pronto, la mesa vibró con una intensidad sobrenatural y la voz de la médium se transformó en la de un joven varón. Aiko no tuvo dudas: era Hiroshi, su ídolo del rock, cuya muerte bajo misteriosas circunstancias había conmocionado al mundo.
Aiko estaba inmersa en una experiencia de realidad extendida (XR), que le permitía interactuar con quien fuera su estrella de rock favorita. Sus gafas XR le revelaron el «espíritu» de Hiroshi, materializándose ante ella de manera inesperada. La narrativa del juego, que se ajustaba a sus intereses, anhelos y temores, fue personalizada a partir de un detallado cuestionario previamente completado en su smartphone.
El juego de Aiko destacó por su inmersión, no solo por los elementos de realidad virtual que proyectaban un universo fantástico a través de sus lentes, sino también porque Hiroshi aparecía en escenarios reales, como su hogar o una calle bulliciosa, interactuando con el entorno físico de Aiko. Esta interacción representa la esencia de la realidad mixta, una vanguardia en el ámbito de la XR que, aunque aún en desarrollo, promete integrarse plenamente en nuestras vidas en las próximas dos décadas.
Futuras tecnologías, como lentes de contacto XR y auriculares invisibles, prometen una experiencia aún más natural y fluida. Guantes y trajes hápticos permitirán sentir temperaturas y texturas, enriqueciendo la experiencia sensorial.
Más allá del entretenimiento, como la aventura de Aiko, estas tecnologías tienen aplicaciones en simulaciones de combate para entrenamiento militar, prácticas quirúrgicas para médicos en formación, o encuentros educativos con figuras históricas en el aula.
El potencial de la XR para transformar el juego, el aprendizaje y el trabajo es inmenso. Sin embargo, su uso indebido plantea riesgos significativos. El uso constante de dispositivos XR podría comprometer la privacidad personal, al permitir el acceso y la recolección de datos íntimos. Es crucial adoptar una postura crítica sobre el manejo de estos datos y desarrollar legislaciones que salvaguarden la privacidad de los usuarios.
Los vehículos autónomos: una promesa de cambio en el transporte que enfrenta retos tecnológicos.
En un simulacro de rescate en Colombo, Sri Lanka, Chamal, desde su consola en el centro de entrenamiento, maniobró un vehículo autónomo a través del caos urbano para evacuar turistas de un atentado terrorista en un templo icónico. A pesar de la autonomía del vehículo, Chamal intervino para asegurar su navegación por entre el humo y el desorden, recogiendo a turistas aterrados y llevándolos a salvo al hotel, mientras los ecos de disparos resonaban a lo lejos.
Este escenario subraya una verdad: aunque los vehículos autónomos prometen revolucionar la movilidad, desarrollar la tecnología necesaria es un reto formidable.
La conducción autónoma es una tarea de complejidad extraordinaria. Imagina subirte a tu coche y prepararte para dirigirte a un destino. Deberás emplear tu percepción para identificar obstáculos, aplicar habilidades de navegación y planificación, interpretar las intenciones de otros conductores y tomar decisiones instantáneas ante situaciones imprevistas.
Incluso las computadoras más avanzadas luchan por replicar estas capacidades humanas, dada la infinidad de variables en juego: condiciones meteorológicas adversas, obras en la carretera o imprevistos como un animal cruzando la calle.
La apuesta es alta en este campo de la IA. Un error en el algoritmo de Facebook puede resultar en la visualización de un anuncio inadecuado, pero un fallo en la tecnología de un vehículo autónomo podría tener consecuencias fatales. Sin embargo, es importante recordar que la conducción humana tampoco es infalible, con más de 1,35 millones de personas falleciendo anualmente en accidentes de tráfico. La implementación exitosa de vehículos autónomos podría significar una reducción drástica en estas cifras.
Chamal, utilizando gafas de realidad aumentada, pudo dirigir el vehículo a un refugio seguro desde una ubicación remota, demostrando cómo la intervención humana a distancia puede incrementar la seguridad de estos vehículos por el momento. Otra estrategia podría ser rediseñar nuestras infraestructuras urbanas, con carreteras inteligentes que se comuniquen con los vehículos o vías separadas para peatones y coches. Tal vez, en un futuro no muy lejano, esta visión se convierta en realidad.
Las armas autónomas: una amenaza latente para la humanidad.
Marc, sumido en un abismo de dolor tras perder a su esposa e hijo en un incendio forestal en California, vio cómo su tristeza se transformaba en ira. Este desastre, fruto del cambio climático impulsado por una sociedad obsesionada con el avance tecnológico sin límites, lo impulsó a actuar. Como físico especializado en computación cuántica, decidió emplear su genio para desmantelar el mundo que le había arrebatado tanto.
Desarrolló drones avanzados, capaces de surcar los cielos con la gracia de una bandada de aves, programados para eliminar a líderes empresariales y otras figuras clave en la crisis climática. Además, atacó puertos cruciales, paralizando el flujo de petróleo y sembrando el caos.
Este relato, aunque pueda parecer sacado de una novela de ciencia ficción, no está lejos de la realidad. El ejército israelí ya ha creado drones capaces de identificar y eliminar objetivos específicos sin intervención humana. Incluso los drones menos avanzados representan un peligro significativo, como demostró el intento de asesinato del presidente venezolano, Nicolás Maduro, mediante explosivos lanzados desde estos aparatos. La proliferación de armas autónomas ha desencadenado una carrera armamentística global, con las potencias mundiales compitiendo por desarrollar el armamento más rápido y letal.
Aunque las armas nucleares han tenido históricamente el poder de aniquilar poblaciones enteras, también han servido como un elemento disuasorio contra la guerra. La mera existencia de estos arsenales ha sido suficiente para prevenir conflictos directos entre las grandes potencias. Sin embargo, las armas autónomas, al poder ser desplegadas de manera anónima, eliminan cualquier posibilidad de disuasión. Esto las convierte en herramientas ideales para terroristas que buscan sembrar el caos o provocar conflictos mortales, como Marc en nuestra historia.
Con el avance de la IA y la computación cuántica, las armas autónomas se volverán cada vez más sofisticadas y mortíferas. Es imperativo encontrar maneras de proteger a la humanidad de sus potenciales consecuencias. Entre las soluciones propuestas se incluyen la exigencia de intervención humana en su operación o una prohibición total, similar a la impuesta a las armas químicas. Implementar estas medidas no será sencillo, ya que requieren un consenso global. No obstante, es crucial actuar ahora para prevenir futuras catástrofes.
La automatización desencadena una crisis laboral sin precedentes.
Frente a la sede de Landmark, una de las constructoras más prominentes de Estados Unidos, se congregaron multitudes de trabajadores en protesta. La empresa, que había dado empleo a miles, estaba a punto de prescindir de su fuerza laboral. La causa: la eficiencia de la IA, capaz de realizar las mismas tareas de manera más rápida y sin coste alguno, relegando a los trabajadores a la obsolescencia. Aunque se les prometió reentrenamiento y reubicación laboral a través de una empresa de «restauración del empleo», los nuevos puestos eran frecuentemente de menor categoría o distantes, desarraigando sus vidas y desplazándolos de sus hogares.
En la actualidad, un número creciente de organizaciones opta por reemplazar a sus empleados con alternativas de IA, poniendo en riesgo principalmente los trabajos de baja categoría y de nivel de entrada. Estos puestos suelen ser ocupados por trabajadores con salarios mínimos, y la IA solo sirve para ensanchar la brecha socioeconómica. Incluso oficios como la plomería están en la mira, con computadoras preparadas para manejar componentes estandarizados.
Las consecuencias de este desplazamiento masivo son profundas. Más allá de la pérdida de ingresos, los trabajadores enfrentan la erosión de la interacción social y del sentido de propósito que brinda un empleo significativo. Imagina perfeccionar tus habilidades durante años, solo para ser superado por una máquina en cuestión de semanas. El desempleo está vinculado a un aumento en el alcoholismo, la depresión y el suicidio, y a gran escala, los efectos pueden ser devastadores. Soluciones como la Renta Básica Universal podrían ofrecer un alivio financiero y redistribuir las ganancias de la automatización, pero no abordan la necesidad de empleo significativo. Para ello, es esencial invertir en la capacitación de las personas en áreas donde la IA no puede competir.
La IA se destaca en tareas que prescinden de la creatividad, como el análisis de datos. Los humanos, en cambio, brillamos en el pensamiento creativo, la conexión de conceptos abstractos, el uso del sentido común y la autogestión de tareas. Los empleos que requieren estas habilidades seguirán dependiendo de la intervención humana.
Además, los humanos superamos a la IA en empatía y compasión. Una enfermera robótica podrá administrar medicamentos con eficacia, pero carece de la capacidad de comunicar preocupación y cuidado como lo haría una persona. Las profesiones de cuidado seguirán necesitando ese toque humano.
La mejor manera de apoyar a quienes la IA ha desplazado es facilitar su transición hacia campos donde puedan aplicar sus habilidades intrínsecamente humanas.
La IA y el límite de la felicidad.
Víctor, un millonario hecho a sí mismo, se encontraba sumido en el aburrimiento y la depresión. La invitación a una isla enigmática en Doha se presentó como la aventura que tanto anhelaba. Sin embargo, al llegar, tuvo que conceder acceso total a sus datos personales a una computadora, descubriendo pronto el propósito de tal requisito. Sus gustos y deseos eran anticipados y satisfechos al instante por un robot servicial. Su música preferida ambientaba constantemente y su estancia estaba adornada con sus objetos favoritos. Inicialmente, esto le fascinó, pero la novedad se desvaneció rápidamente, abrumado por una felicidad constante y superficial.
La IA puede predecir nuestras preferencias culinarias y afinidades políticas, pero ¿puede realmente hacernos felices? En el caso de Víctor, la IA intentó maximizar su felicidad analizando sus datos, logrando solo una satisfacción efímera. Cumplió sus deseos más inmediatos, pero falló en atender sus necesidades más profundas.
Entonces, ¿qué constituye la verdadera felicidad? En 1943, Abraham Maslow propuso una teoría sobre una «jerarquía de necesidades» humanas, comenzando con requisitos fisiológicos básicos como alimento y refugio, seguidos por la seguridad, el amor y la pertenencia, la autoestima y, finalmente, la autorrealización. La IA podría facilitar la satisfacción de las necesidades básicas gracias a los avances en energía limpia y automatización, reduciendo los costos de producción y laborales. Si los frutos de esta revolución se comparten equitativamente, nadie debería enfrentar el hambre o la falta de hogar.
Sin embargo, cómo esta nueva era abordará las aspiraciones más complejas de la humanidad es una cuestión más compleja. Si el trabajo deja de ser una necesidad, ¿mantendremos el impulso hacia la autorrealización? ¿Cómo encontrarán las personas su lugar y valor dentro de la comunidad, experimentando amor y pertenencia?
Las historias que hemos escuchado ilustran que la IA es una fuerza transformadora que remodelará nuestra existencia en las próximas décadas. Sin embargo, el rumbo exacto de este cambio depende de nosotros. Los gobiernos tienen la responsabilidad de asegurar que la IA beneficie a la sociedad en su conjunto, protegiendo la privacidad, redistribuyendo la riqueza, cuidando el medio ambiente y regulando el uso de armas. De estas acciones dependerá nuestra felicidad futura.