No existe un sistema económico perfecto. El capitalismo no lo es, pero es el mejor sistema económico, el que se ha esparcido por todo el mundo. Ni la planificación económica central de la Unión Soviética, ni de la China de Mao ya no existen como sistema separado. Quizás persista en Corea del Norte, pero realmente sólo queda un sistema económico y ese es el capitalismo.
Ante el triunfo casi universal de las fuerzas del mercado, muchos han llegado a la conclusión de que el capitalismo ha ganado en un proceso evolutivo similar al de las especies. Paradójicamente, en el momento de cruzar la línea de meta triunfal, como sistema económico hegemónico y ganador, entran las dudas y tropiezos.
En este punto es momento de hablar del libro de Alfonso Durán-Pich ‘El Capitalismo y su Séptimo de Caballería’. Un libro que tiene muchas virtudes. No era tarea sencilla explicar la historia del capitalismo de un manera concisa, fácil y entretenida. Y Durán-Pich lo consigue.
Admito que prefiero más las primeras tres cuartas partes del libro que narran la historia del capitalismo, desde “el despertar del nuevo paradigma” con el protocapitalismo, “el nuevo escenario de la posguerra (Mundial)” o “La transformación del capitalismo”. Todos ellos me han parecido descriptivos, extraordinariamente documentados y bien hilados.
El trabajo de Durán-Pich no es aséptico. No deja títere con cabeza (aka “todo mal”) pero su análisis y las propuestas que hace de cara al futuro tampoco es que sean muy lucidas. Criticar es fácil, proponer alternativas no tanto. En cualquier caso, es una lectura interesante y recomendada para todos.
Me temo que mis conclusiones difieren de la intención del autor, pero ahí van:
Sin alternativas al Capitalismo
Los libros de crítica del capitalismo adolecen siempre del mismo problema. Se les va toda la energía en el diagnóstico, pero luego se deshacen como azucarillo proponiendo alternativas o soluciones. A Durán-Pich hay que criticarle que no se haya atrevido con soluciones creativas (aunque de difícil viabilidad) al estilo de Mariana Mazzucato con su “Misión Economía”.
Para el autor la solución del capitalismo “es hacer autocrítica y poner freno a la hidra financiera que ha nacido en su seno y a la desmedida ambición de las TIC. De lo contrario quedará engullido por China”. Chimpún.
Análisis simples para un sistema complejo
Durán-Pich incurre en el habitual error (para mí) de los libros de sobre capitalismo de insistir en un cierto revisionismo histórico, una sucesión de diferentes escuelas y modelos, obviando que la economía es un sistema complejo que pertenece y se superpone a otros sistemas complejos.
El marco tradicional al que apela Durán-Pich ve el comportamiento de la economía como en un estado estacionario de equilibrio. Las personas en la economía se enfrentan a problemas bien definidos y utilizan un razonamiento deductivo perfecto para basar sus acciones. El marco de la complejidad como apunta Brian Arthur, por el contrario, ve la economía como siempre en proceso, siempre cambiando. Las personas intentan dar sentido a las situaciones que enfrentan utilizando cualquier razonamiento que tengan a mano, y juntos crean resultados a los que deben reaccionar individualmente de nuevo. La economía resultante no es una máquina bien ordenada, sino un sistema complejo en evolución que es imperfecto, que se construye perpetuamente de nuevo y rebosa vitalidad.
No-equilibrio como estado natural
Admitamos cuanto antes que el estado natural de la economía es el no-equilibrio. La economía es un devenir continuo que evoluciona y cambia constantemente. Hay dos razones principales para ello: una es la incertidumbre y la otra es la innovación tecnológica a la que Durán-Pich acusa sin contemplaciones.
En el concepto de incertidumbre en la economía hay que distinguir entre riesgo e incertidumbre. En el caso del riesgo, conocemos los eventos o consecuencias futuras posibles de una acción o decisión y podemos calcular la probabilidad de que este evento acabe por materializarse. Sin embargo, hay muchas situaciones en las que no conocemos todas las consecuencias posibles y aparece la incertidumbre.
En consecuencia, todos actualizamos continuamente, consciente o inconscientemente, nuestro modelo interno de toma de decisiones, lo que significa que adaptamos, descartamos y reemplazamos constantemente las acciones o estrategias en función de nuestra experiencia a medida que exploramos, aprendemos y nos adaptamos.
La amenaza de la innovación tecnológica
La innovación tecnológica (para Durán-Pich es una de las amenazas) es el otro factor importante que contribuye al estado de flujo permanente del sistema económico. La naturaleza de la innovación es tal que el desarrollo tecnológico permite un desarrollo tecnológico aún mayor. Genera y exige tecnologías adicionales que a su vez generan y exigen tecnologías adicionales acelerándose permanentemente. Así, la innovación tecnológica también contribuye al estado de flujo, si bien de forma algo más lenta que la incertidumbre.
A Duran-Pich no le gusta la nueva economía derivada de la innovación tecnológica. No pierde ocasión en ridiculizarla en cuanto puede, como cuando compara lo viejo con lo nuevo, no duda en catalogarlo de cliché y no tiene ningún problema en culpar al Big Government de EEUU y, atizar un poco (más), a Bill Clinton que parece que no es santo de su devoción. Algo de razón no le falta con la liquidación de las limitaciones de la Glass-Steagall.
La sociedad financializada
Coincido con Durán-Pich en señalar a la “hidra financiera” como uno de los grandes males del sistema. Nuestras economías tienden a premiar la extracción de valor antes que su creación -el proceso productivo que verdaderamente impulsa una economía y una sociedad saludables-, y la diferencia entre ambos conceptos se ha desdibujado de manera notable.
Como señala Durán-Pich algunas compañías ganan más dinero con la explotación financiera de sus excedentes que con la fabricación y venta de sus productos. Algo que retrató muy bien Mariana Mazzucatto con El valor de las cosas.
Para Durán-Pich el capitalismo financiero es su “hijo bastardo que ha crecido a sus espaldas”.
En la mayoría de los países desarrollados, la parte del PIB que proviene de las rentas del trabajo hace décadas que presenta una tendencia a la baja. En el lado opuesto, el peso de las rentas del capital exhibe una tendencia claramente al alza. Cuando el crecimiento económico era generalizado y vigoroso, esto no era motivo de preocupación. Aunque las rentas de un factor productivo crecían más rápidamente que las del otro, al fin y al cabo, todas crecían. Sin embargo, la severa recesión de los últimos años, que ha afectado especialmente a algunos segmentos de la población, hace imprescindible reexaminar cómo se distribuye la renta. Ahí vuelve a aparecer el rol del Estado, sin olvidarnos de su responsabilidad sobre los paraísos fiscales, que “están ahora en el corazón de la economía global”.
El dilema del Estado… ¿y las Administraciones Públicas?
El mismo Adam Smith se mostró escéptico acerca de los resultados en el mundo real de su «mano invisible», pero si fuera por los fundamentalistas del libre mercado se eliminarían todas las regulaciones. Durán-Pich afirma que “vista la historia de humanidad parece que un órgano regulador es necesario. Otra cosa es hacia quien se decanta el órgano regulador”. Porque Durán-Pich habla mucho de la relación de privilegio entre las élites y el Estado y que sigue siendo una de las causas fundamentales del mal funcionamiento del capitalismo. En realidad, un pseudo-capitalismo que produce unas condiciones monopolísticas u oligopolistas (recordemos “Too big to fail”), alejadas de la esencia competitiva del capitalismo.
Sí me ha sorprendido que la función pública y las AAPP salgan indemnes del “todo mal” del autor. ¿No será que tenemos una Administración obsoleta? ¿Poco o nada incentivada a la evolución y la optimización de la sociedad? ¿Que solo favorece a los suyos en un intento de perpetuarse en el poder?
¿Es parte de la solución o del problema? Volvemos otra vez a la economía como un sistema complejo.
El capitalismo evoluciona y se salvará
El metafórico título del Séptimo de Caballería es un buen ejercicio de ironía. Nadie duda sobre la supervivencia del capitalismo, porque precisamente, su principal virtud es su capacidad de evolucionar, mutar y adaptarse. Poco tiene que ver el capitalismo que explotaba niños en las fábricas inglesas con el estado del bienestar que gozamos hoy.
Otra cosa será qué versiones nos deparará el futuro. La pregunta de Durán-Pich sobre si nuestro modelo tenderá hacia “Capitalismo político” chino solo es retórica. Salvo por los sistemas de control que a más de uno le gustaría instaurar para perpetuarse en el poder, culturalmente estamos en extremos opuestos.
Como explicaba Haidt en ‘La mente de los justos’ los occidentales tendemos a ser individualistas y pensamos que la única ética que existe es la ética de la autonomía, centrada en la justicia, la libertad y los derechos individuales, pero eso contrasta con la ética china. Quizás ese sea el principal argumento de la decadencia de Occidente, a través de la que nos deslizamos especialmente Europa. Solo somos peones de ese capitalismo que Durán-Pich critica porque lo queremos todo. Vivimos en nuestra propia burbuja europea. La libertad y democracia occidental, el estado del bienestar, que el Estado siga imprimiendo billetes y generando deuda,.. y que podamos seguir comprando camisetas a 7 euros o smartphones de última generación a 100 euros. Eso es cinismo y no es culpa del capitalismo, es la naturaleza humana y sus contradicciones. Nuestras contradicciones.
Seguimos creyendo que tenemos un capitalismo social de mercado pero en realidad ya estamos sometidos a las dos versiones más salvajes: el capitalismo financiero y el capitalismo político chino. Como dice Durán-Pich, debemos resetearnos, aplicar mucho pensamiento crítico, ejercer el derecho a la libertad …!y tomar la iniciativa!