En la generación de los sesenta y setenta se consideraban a los ordenadores precursores de la igualdad y la cooperación, no de la competencia y los beneficios. El propio Steve Wozniak (Apple) veía los ordenadores “como un bien para la humanidad, un bien que nos llevaría a la justicia social”. La cultura de los hackers, que apareció en ese período, se caracterizaba por “el compromiso por una información libre y disponible, por la hostilidad hacia la autoridad centralizada y el secretismo, y por el placer por el placer de aprender y del conocimiento”.
Ha pasado un cuarto de siglo desde que Tim Berners-Lee creó la llamada World Wide Web. En su momento reconoció que habría sido impensable patentarla o exigir pagar por usarla; surgía con una razón de ser muy específica, la de compartir para el bien común. Así lo recuerda Robert W. McChesney en ‘Desconexión digital‘. Han pasado dos décadas y la tensión entre el uso mercantil de Internet y su función más colaborativa genera fricciones importantes. Siguen existiendo iniciativas que apuestan por un uso no comercial, pero la primera línea se ha impuesto aunque con una derivada incipiente, la de la economía colaborativa.
Como explica el autor, estamos en el momento ideal para empezar a comprender la experiencia de Internet y recalcar las cuestiones más avanzadas que plantea para la sociedad. También para entender mejor las decisiones que la sociedad puede tomar respecto al tipo de Internet que tendremos, y, en consecuencia qué tipo de humanos seremos, y no seremos, en las generaciones futuras.
Viendo la magnitud, la complejidad, el crecimiento exponencial, y los giros imprevistos de Internet, es difícil llegar a comprenderlo y mucho menos, hacer pronósticos. Por tanto, hay más preguntas que respuestas. Hay mucha literatura al respecto. Simplificándolo mucho, el autor identifica dos amplios bandos: los “optimistas” y los “escépticos”. Lo que nadie duda a estas alturas es el potencial implícito inmenso y revolucionario. Otra cuestión, importante, es si el potencial democrático se engrandece o retrocede.
En el lado de los optimistas los argumentos reafirman alguno de los argumentos originales de los noventa, aquel que dice que Internet será una fuerza democrática y positiva en todo el mundo, acabando con los monopolios informativos y el control centralizado de la comunicación. Peter Diamandis y Steven Kotler (autores de “Abundancia”) argumentando que el acceso a la comunicación digital en los países en desarrollo, “estimula el crecimiento económico, al reducción de la pobreza y la democratización, incluyendo la libertad de expresión, la libre circulación de información y la defensa de los derechos humanos”.
En el lado de los escépticos, contradicen algunos de los argumentos optimistas, pero según McChesney, sus dudas las centran en aspectos distintos. Por ejemplo: que Internet sirve para promover la ignorancia tanto como el conocimiento. Diversos autores (Bauerlin, Lanier, Pariser, Carr…) centran el blanco de sus preocupaciones en los nativos digitales a los que se considera como “la generación más estúpida”. “habitan un mundo de cháchara pueril e imágenes groseras”, “viven en una burbuja-filtro”. Los escépticos apuntan que Internet está aplanando nuestra inteligencia y creatividad. Preocupa que estemos perdiendo lo que antes considerábamos nuestra humanidad.
Rebecca MacKinnon y Evgeny Morozov esgrimen argumentos escépticos más inquietantes. “Los malos –los poderosos- tienen la habilidad y los recursos para regular, manipular y utilizar la comunicación digital tanto o más que los que no tienen poder”. Sostienen que también en EEUU “Internet genera información falsa de manera habitual, viola la privacidad de las personas y los derechos civiles, y facilita diversas formas de acoso”. Así pues, para los escépticos la tecnología puede ser una fuerza destructiva y una fuerza progresista”
Para el autor de ‘Desconexión digital”, Robert McChesney, tanto los optimistas como los escépticos ignoran algo muy importante: el papel del capitalismo. McChesney es claramente alarmista: Internet ha caído en manos del capitalismo monopolista y se ha convertido mayoritariamente en un instrumento de acumulación para el gran capital, la creación y desarrollo de mercados cerrados, propietarios e incluso monopolísticos y un intento de control sobre las sociedades contemporáneas. Google, Microsoft, Apple, Facebook, Samsung, Amazon,.. La rentabilidad de estos gigantes digitales se centra en establecer sistemas propietarios, en el que controlan el acceso y los términos de la relación.
La economía política (la comprensión del capitalismo y su relación con la democracia) nos permite conocer mejor la evolución de Internet. La manera cómo funciona el capitalismo, determina el papel que tendrá Internet en nuestra sociedad. Servicios cerrados que funcionan como sustitutos de la web (Facebook, Apple), el ánimo de lucro, el mercantilismo basado en el uso comercial de nuestros datos, la desprotección y escasa regulación en el ámbito de privacidad, la amenaza que representa para las libertades civiles la acción conjunta de gobiernos y monopolios de la Red (aquellos que poseen nuestros datos) para el control de la ciudadanía, etc. , la legislación del copyright, las patentes, etc. son la esencia del desarrollo de Internet que estamos observado.
Capitalismo no es igual a democracia. Aunque ese sea el mantra oficial. La tensión más notable es el conflicto entre ricos y poderosos, y el resto. La desigualdad generada por la economía, socava la igualdad política en la que se basa la democracia. Cuando los optimistas pensábamos que Internet favorecía el comportamiento social no comercial, desplazándose al centro de la economía global y conectada, la desigualdad crece y la concentración del poder económico en monopolios, también. Y el crecimiento económico que nos habían vendido decrece, se estanca o solo crece para unos pocos.
Tenemos que reconsiderar la promesa de la revolución digital. Esperábamos mercados más competitivos, empresas responsables, un gobierno abierto, el final de la corrupción y una disminución de la desigualdad.No olvidemos que la tecnología es política. Del uso militar de Internet y los intereses de seguridad nacional en los EEUU (y en todo el mundo) solo conocemos la punta del iceberg y por casualidad (gracias Assange, Snowden,..). Aunque no es conocido para la inmensa mayoría de la gente, sabemos de los intentos por regular y gestionar Internet, de una forma cada vez más satisfactoria para los gigantes corporativos. Curiosamente, muchos de estos gigantes son lo que son, gracias al dinero público. Ninguno de los monopolios u oligopolios, habría sido posible sin unas políticas gubernamentales que los apoyaron, ni tampoco las importantes inversiones previas del gobierno de turno… Por no hablar de la existencia de unas políticas que les sean favorables en materia de regulación e impuestos
La visión de Robert McChesney no es apocalíptica. Estamos ante un momento único. Es una seria advertencia por no dejarnos llevar por los mantras del nuevo capitalismo, para conocer mejor las tripas de la tecnología y saber usarla para el bien común, para evitar entornos cerrados y centralizados, para compartir y evitar la desigualdad.
Da miedo pensar como habríamos evolucionado si no existiera la Red. En nuestras manos está recuperar y empujar para que se parezca a aquel espacio de libertad y comunicación abierta y global que muchos vislumbrábamos… Y evitar que sea usada como una eficaz arma contra la democracia.